Nadie lo hubiese creído. Nunca pensamos que tanto niños como adolescentes “hiperconectados” iban a empezar a rechazar las pantallas, como está ocurriendo ahora.

Ellos nacieron en pleno auge de las telecomunicaciones y por eso dimos por sentado la naturalidad de la relación entre los chicos y la tecnología. Es más, nos asombramos muchas veces con el dominio y manejo innato de los más chicos frente a los dispositivos electrónicos y la hiperconectividad de sus vidas. 

Pero de repente, y por la pandemia, se suspendieron las clases presenciales, los encuentros con amigos, primos y abuelos. Fue ahí que aparecieron las telecomunicaciones como un puente maravilloso para poder seguir conectados: audios, vídeos, vídeollamadas, transmisiones en vivo, reuniones virtuales. Pero estos "nativos digitales" nos están dando ahora una enorme sorpresa: se incomodan y rechazan tener que comunicarse de manera online. Y eso es un llamado de atención para los mayores.

Los pediatras estamos notando que cada vez más chicos, sobre todo de los niveles inicial y primario, tienen problemas con la modalidad de educación remota. Según los especialistas, se trata de ansiedad, fatiga emocional y fobia social.

Estos comportamientos comenzaron a verse durante el año 2020 y se intensificaron estas últimas semanas producto de la interrupción de la presencialidad y las actividades recreativasy /o deportivas de los niños, niñas y adolescentes.

No es lo mismo hacer un zoom en 2020 que uno 2021. Al principio del año pasado, la virtualidad era algo nuevo, que implicaba el uso de una computadora y una nueva dinámica familiar. Hoy, los chicos ya tienen demasiadas experiencias con las clases virtuales y con el aislamiento. Pero esta experiencia no siempre es sinónimo de adaptación.

Con el transcurrir del tiempo comenzaron a evidenciarse algunos síntomas en la atención diaria en consultorio. Estos síntomas fueron físicos y conductuales, como aumento desproporcionado de peso, mal humor, mal descanso nocturno, ataques de ira. Y les siguieron aquellos vinculados exclusivamente con el ámbito escolar como rechazo a las clases virtuales, desconectando cámaras, audio llegando al rechazo a la computadora.

Este tipo de comportamiento es conocido dentro de la comunidad escolar como “zoomfobia”, aunque su nombre mas especifico seria astenia psíquica o fatiga emocional, ansiedad y fobia social o simplemente saturación ante la enseñanza remota.

De acurdo a la definición, fobia es un miedo irracional frente a un estímulo, muchos chicos se están resistiendo al Zoom porque están hartos de que toda su vida pase a través de la pantalla.

Fundamentalmente, todos estos síntomas se hacen evidente cuando los chicos pierden la motivación frente a los estímulos. Ya nada les importa: ni participar en la clase ni hacer la tarea. No es depresión, es falta de motivación. Eso es fruto del aislamiento, de la falta de cercanía social, y es algo que debería alarmarnos. 

Otra de las causantes planteadas de est. “Zoomfobia” sería la sobreexposición frente a los compañeros de clase. En el aula, los alumnos miran el pizarrón y al profesor, que está adelante. En el Zoom, en cambio, se observan también unos a otros. “A muchos niños esta mirada constante de los demás sobre sí mismos les genera una inhibición extra.

De acuerdo con los especialistas, son muchos los factores que pueden desencadenar este problema: desde la falta de contacto social y de motivación hasta la sobreexposición ante los compañeros y los docentes que conlleva una clase virtual. Los niños y los adolescentes necesitan además,la expresión corporal, la descarga de energía, el estar al aire libre. Y las clases virtuales restringen todas esas cosas.

No cabe duda que la pandemia ha generado una crisis en el ser humano y en su contexto, así como en su habilidad para enfrentarse a lo desconocido. El traslado de lo físico a lo digital, en lugar de darle un respiro a las personas con ansiedad social, lo ha intensificado. No se puede saber a ciencia cierta cuál será el efecto que traerá consigo la pandemia. Después de todo, cada cabeza es un mundo propio y, dependiendo de su fortaleza mental y su resiliencia, es que será capaz de enfrentar las situaciones que se vayan presentando.

*El autor es médico pediatra e integrante de la Sociedad de Pediatría de Rosario