Una parte de Argentina se mira al espejo y cree ver un país de brazos abiertos a la migración, que no discrimina, ajeno al racismo y a la xenofobia. Pero la sociedad está atravesada por estereotipos y prejuicios que alimentan acciones negativas. “Un estereotipo es pensar que no tenemos estereotipos”, definió Gimena Pérez Caraballo, doctora en Psicología Intercultural, en un encuentro sobre migración realizado en Rosario.

Para evitar discriminaciones contra quienes llegan a nuestras ciudades desde algunas zonas en particular (porque no es lo mismo una persona negra que viene de África o una marrón de un país limítrofe que una blanca europea), es vital analizar y deconstruir esos imaginarios que nos habitan. Ese fue el planteo, el desafío inicial, que trazó la especialista y asesora de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Las construcciones mentales generalizadas son alimentadas por información (o desinformación) y datos, que muchas veces son parciales o manipulados. Un ejemplo de eso son las afirmaciones xenófobas que alertan por un crecimiento masivo de migrantes y hablan de “olas” o “invasiones”, términos que tienen una carga asociada a desastres o guerras.

Pero las cifras oficiales no sustentan esos temores que suelen reflejarse en medios masivos. Hasta el año 2020 había en el mundo 281 millones de personas migrantes, lo que representa el 3,6 por ciento de la población global. Menos de cinco de cada 100 viven fuera de los países en que nacieron.

Tampoco hubo un crecimiento exponencial en estos años: en 1995 eran 161 millones, un 2,8 por ciento. Es menos de un punto de incremento en 30 años.

Ver más en una infografía animada desde acá.

 

En Argentina, lejos de subir esa presencia, con el paso de las décadas, el peso de la población migrante fue cada vez menor, según los datos oficiales de los censos.

Además, como el migrante suele ser un emprendedor que dinamiza las economías de los países de acogida y de origen (trabaja, paga impuestos, genera redes solidarias, envía dinero o remesas a sus familiares) explica cerca de un 10 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) global, agregó Juan Pablo Schneider, de Comunicaciones y Medios en OIM Argentina.    

Pese a eso, la vinculación del extranjero con supuestos problemas de salud, educación o inseguridad reaparece en boca de dirigentes políticos y comunicadores. “La criminalización es una constante”, resumió Pérez Caraballo.

Otra vez los datos, puestos en su contexto, desmienten conexiones entre migrante y delincuencia que buscan instalar autoridades. Según un informe del Sistema Nacional de Estadísticas sobre la Ejecución de la Pena (SNEEP), solo el 4,9% de la población encarcelada en Argentina es extranjera (unos cinco mil), cifra que ha disminuido en los últimos años. (Ver más sobre el debate de políticas migratorias en esta nota).

Eso representa apenas el 0,25% de las casi dos millones de migrantes que viven en Argentina. El último censo nacional contó 1.933.463 personas en viviendas particulares nacidas en otro país (el 4,2% del total). 

https://www.indec.gob.ar/ftp/cuadros/poblacion/censo2022_migraciones.pdf

La mayoría (1.061.421) son mujeres. Y de esas características, del triple desafío de ser migrantes, mujeres y emprendedoras, se nutrió una formación que se hizo en Rosario. Entre las historias compartidas, estuvo la del Dilmar que llegó a la ciudad desde Venezuela, la comida de acá le caía mal y convirtió esa dificultad en una oportunidad. Rosa, que vino de Perú hace 23 años, como no pudo ejercer de contadora se convirtió en otra cosa. De nuevo, emprender y crear como motor.

Pirámide del odio

 

De vuelta al principio del taller destinado a comunicadores y periodistas realizado en la Biblioteca Argentina, pero cuyos conceptos vale compartir para construir sociedades más justas e igualitarias, Pérez Caraballo explicó la lógica de la pirámide del odio, que parte de los estereotipos y puede derivar en delitos graves.

Los imaginarios instalados en las personas, basados en falsas concepciones, reducciones o exageraciones, alimentan prejuicios. Eso puede expresarse luego en actos: desde lenguaje hostil a supuestas acciones menores como chistes o bromas. De hecho, una de las asistentes contó en el taller que había dejado de ir a asados y reuniones sociales en Rosario por ese tipo de discriminación y racismo repetido, casi sin ser advertido como tal.

“Cuando esa actitud influye en la toma de decisiones sobre cuestiones que atañen a esa persona (o ese grupo) los prejuicios constituyen la base de un acto de discriminación. La discriminación es la puesta en práctica de aquello que los prejuicios sugieren”, señala el manual Migrando Miradas.

En esos estamentos ascendentes, la discriminación puede pasar a discursos de odio: amenazas o incitación a la violencia contra grupos raciales, étnicos, religiosos y otros.

La cúspide son los delitos de odio: conductas ilícitas como agresiones y ataques, hasta el extremo del homicidio o el genocidio, en donde las víctimas son elegidas por su condición inherente. Lo atacan por ser negro o por judío o por "bolita" o "paragua". 

La materia prima de esa pirámide es la desinformación que acompaña y refuerza el proceso de construcción de estereotipos, prejuicios y discriminación. Contar con información adecuada sobre las migraciones puede prevenir o reducir actitudes erróneas hacia las personas. 

No alcanza con decir “yo no discrimino”, ni reconocer que la migración es un derecho. Es necesario revisar esas creencias para aportar a la construcción de sociedades diversas, sin caer en simplificaciones que puedan esconder un riesgo, aunque parezcan tan inocentes como un chiste de asado.

Sobre el taller

 

"Interculturas, conectando la diversidad" fue organizado por la Municipalidad de Rosario, a través de la Dirección de Relaciones Internacionales y la OIM, el miércoles pasado. 

De la actividad participó también la directora de Relaciones Internacionales del municipio, María Cantore, quien valoró: “Pudimos analizar cómo operan ciertos prejuicios y estereotipos en los medios de comunicación".

"Muchas veces –añadió– circulan palabras normalizadas que tienen un impacto negativo muy importante; se pudieron intercambiar visiones con los participantes y la necesidad de repensar las palabras y los discursos dominantes”.

Gimena Pérez Caraballo es doctora en Psicología Intercultural por la Universidad Lumière Lyon II (Francia) y por la Universidad Federal de Río Grande del Norte (Brasil). Además, es investigadora, docente, tallerista, y consultora internacional en materia de migraciones, enfoque intercultural, derechos humanos, educación y salud mental.