Dicen que la venganza es un plato que se come frío. Y a Central le tocó esperar un año para sacarse la espina que le había quedado en este mismo escenario y ante el mismo rival. Eso sí, aquella vez fue en la final de esta misma Copa Argentina, en la que la formación de Coudet se instaló otra vez entre los cuatro mejores. Por tercera vez consecutiva. Y ahora, tras la fiesta en la Docta, vendrá Belgrano, presumiblemente en Salta.

El Canalla lo ganó por 2 a 1 por los goles de José Luis Fernández y Germán Herrera, ambos en el primer tiempo y con una diferencia de cuatro minutos entre sí: a los 37' y a los 41'. El descuento bostero lo anotó de cabeza Darío Benedetto, en la última jugada del tiempo adicionado, tras la cual Loustau bajó la persiana.

Lo justificó por la tremenda contundencia del primer tiempo, en el que agarró tambaleando a su rival y le asestó dos golpes de knock out.


Tras el descanso, Boca fue (como se preveía) una tromba, pero los de Arroyito aguantaron plantados en la solvencia de Torsiglieri y Gissi, la entrega de Salazar y Villagra y las manos de Sosa.

Conducido por Tévez, la alineación de Barros Schelotto fue hacia adelante y mereció llegar al descuento antes del final: como en la impactante atajada del golero uruguayo a los 18 minutos del complemento, el disparo de Silva en el palo o el tiro libre que el Apache estrelló en el travesaño. Lo hizo justo cuando el cotejo se acabó.



Lo ganó con justicia, Central. Lo liquidó en cuatro minutos, aguantó firmemente y se sacó de encima al rival más peligroso de su cuadro. Lo ganó como se ganan las finales: más allá de cualquier merecimiento y con los dientes apretados.

Se lleva un cheque de 1.170.000 pesos y la primera oportunidad de diez en la que le gana un mano a mano a Boca. Pero lo mejor de todo: la felicidad de los hinchas en la tribuna. Y la certeza de que el ciclo de Coudet está más vivo que nunca. Dejando atrás el dolor por el clásico. Y soñando con una vuelta olímpica que les dé el acceso otra vez a aguas continentales.