Si alguien pensaba que después de ganar tres clásicos seguidos, nada podía estar mejor, pues habrá que decirle que estaba equivocado. Porque el Central de Coudet, que sólo perdió un partido en el año, está a tiro de la cima en el torneo y sigue vivito y coleando en Copa Argentina, volvió a impresionar. Y esta vez, en el partido más esperado del año.

A este estado de éxtasis canalla se le puede entrar desde variaos costados. Para empezar, el de la notable acumulación de éxitos sucesivos en el cruce con el rival de siempre. Ahora, el cuarto consecutivo, con sus señas particulares que lo dejarán en la historia del derby y en la memoria de los hinchas auriazules.
 
Toda la felicidad del goleador. FotoBaires


Uno de los rasgos que más se recordarán es que se trata del primer clásico que disputó Eduardo Coudet desde el banco. Ese DT que llegó a principios de año provocando dudas por su inexperiencia, munido sólo del amor que le profesaba la hinchada centralista. Y que sigue despejando incógnitas y pagando con creces.

Imposible ignorar el marco en el que llega este 1 a 0, que firmó Marco Ruben con una definición memorable: porque la sumatoria de puntos ya está en 35, una cosecha que envidian varios de los equipos más grandes del país, y lo que asombra es que sólo River (el finalista de la Copa Libertadores y en el Monumental), sin merecerlo y hasta injustamente por un penal que Pitana (justo Pitana) no le dio, le pudo ganar. Con todos los demás (con todos) no perdió.

Por eso, se entiende la euforia. Porque no se trata de una victoria aislada. Que también dejaría ese sabor dulce en la boca, pero no la satisfacción de saber que el equipo ganó bien, viene haciéndolo seguido y, lo que es mejor, porque lo busca y lo merece. Proponiendo y dando espectáculo. Como los hinchas quieren. Como los hinchas siempre soñaron.