Después de intentarlo muchas veces y de pasar momentos turbulentos en el banco de Rosario Central, Miguel Russo le puso el broche de oro a su carrera con el título obtenido en la Copa de la Liga 2023 con el equipo canalla. 

Tras la renuncia de Carlos Tevez y el triunfo de Gonzalo Belloso en las elecciones del club, en enero de 2023 Russo tomó un equipo inestable y lo transformó en una fortaleza impenetrable en el Gigante de Arroyito, y un contendiente letal en las instancias decisivas. Su estrategia fue simple, pero efectiva, basada en el orden, el sacrificio colectivo y la potenciación de la base juvenil.

El pilar fundamental del equipo campeón de Russo fue la disciplina táctica y el orden defensivo. El entrenador, sabio y pragmático, dejó de lado cualquier experimento para concentrarse en construir un equipo sólido, rocoso y que se sentía cómodo ganando por la mínima diferencia. Los dos libros de pases, el de verano y el de invierno, resultaron decisivos en la conformación del plantel.

Rosario Central se convirtió, sin ser un equipo arrollador, en el más difícil de vencer de toda la competencia. Un ejemplo de la celeridad y determinación con la que se movió en el primer libro de pases de Russo son las contrataciones de Carlos Quintana y Facundo Mallo, los dos férreos marcadores centrales que conformaron una dupla sólida y enseguida se afianzaron como titulares. También se concretó la continuidad del arquero Broun, que tenía las valijas armadas para irse a Palestino de Chile porque Tevez no lo iba a considerar.

El DT lo empezó a armar de atrás hacia adelante, pero también sumó calidad en la ofensiva con el arribo de Jaminton Campaz, un joven colombiano que Miguel conocía del fútbol cafetero y al que venía siguiendo en Gremio de Brasil. Con los zagueros y el delantero, son tres futbolistas que resultaron determinantes en el equipo canalla y que le dieron un salto de calidad.

A mitad de año Central no se desarmó. Es cierto que perdió a quien venía siendo su gran figura del semestre, el goleador Alejo Véliz que fue vendido en una cifra millonaria al Tottenham de Inglaterra, pero fue la única baja importante del receso de invierno. También fue el único lugar al que el DT no le encontró la vuelta: Octavio Bianchi y Tobías Cervera no se afianzaron, por eso terminó jugando Luca Martínez Dupuy.

Se quedó Ignacio Malcorra, otro de los baluartes de la temporada canalla y autor de uno de los goles más importantes en el clásico ante Newell's. Y en esa ingeniería pensada por Russo con refuerzos experimentados empezaron a lucir los pibes, como Tomás O'Connor –fundamental en la final– y Lautaro Giaccone –hasta su lesión–.

Esa decisión y los nombres que llegaron, como Maximiliano Lovera y Agustín Sández, entre otros, le permitieron encarar el segundo semestre con aspiraciones de clasificar a copas internacionales y ver qué pasaba en la Copa de la Liga.

El festejo de Russo en Santiago del Estero. (FotoBaires)

Otra vez: Lovera hizo el gol del título en Santiago del Estero, Sández fue titular en los partidos decisivos y Broun, el héroe silencioso que irrumpió en los mano a mano con todo su peso, puso la vida y sus manos al servicio del equipo en los penales contra River y Racing, y en la final ante Platense. Todo le salió bien a Russo.

Antes, en la etapa regular, encontró en el clásico rosarino, una de sus grandes especialidades, el despegue anímico que necesitaba: se impuso 1-0 con un tiro libre inolvidable de Malcorra, que empezaba a meterse en el corazón de la gente, y desde ahí no volvió a perder.

Este rigor táctico se tradujo, sobre todo, en los partidos de local, donde Russo convirtió al Gigante de Arroyito en un auténtico infierno para los rivales. El equipo sostuvo un récord impresionante de local con un bajísimo promedio de goles recibidos, haciendo de la localía su arma más letal y una marca de fábrica innegociable que lo catapultó sin fisuras a los playoffs de la competencia.

Una de sus gestiones más notables fue la psicológica: Russo mantuvo la calma absoluta en los momentos de mayor presión, blindando al plantel de la ansiedad del entorno y de la historia pesada del club, y enfocándolos exclusivamente en el trabajo diario.

El broche de oro en Santiago del Estero

 

La final contra Platense en el estadio Madre de Ciudades fue la síntesis perfecta del ciclo de Russo en 2023: un equipo concentrado, sin fisuras, disciplinado y que esperó el momento justo para golpear. El gol de Maximiliano Lovera fue la liberación y el desahogo de una trayectoria completa.

Ese título selló el legado deportivo de Russo en Central, un club al que siempre regresó para cumplir una misión. Fue la demostración final de que, con trabajo, orden y lealtad a un estilo pragmático, podía volver a llevar al club de sus amores a lo más alto. La Copa de la Liga se convirtió así en el broche de oro a una carrera inigualable y la cumbre de su idilio con el Canalla.