Maradona llegó como nunca a su habitación. Bajó del micro y camino junto a Maxi, su custodia,  con el camino despejado. No había sucedido lo mismo en Córdoba, Mendoza, Mar del Plata ni mucho menos en Rosario, en octubre del año pasado. Esta vez fue diferente. Más y mejor organizada.

Afuera, la esquina de Mitre y Catamarca se empezó a poblar al ritmo de los latidos leprosos. Cientos de leprosos coparon la esquina mientras, Diego recibía saludos y muestras de afectos rosarinas.

El primero en llegar fue Tomás Felipe Carlovich. El mítico Trinche se encontró con el mejor de la historia que al oído, le susurró que en realidad Carlovich fue mejor que Maradona. Para que no queden dudas le estampó la firma en una remera de Central Córdoba que reza "para el Trinche que fue mejor que yo". La leyenda rosarina atinó a decir "mirá lo que dice este..." y se fundieron en un último abrazo.

El Diez también recibió al entorno de Fatu Broun, su arquero, con el que tiene una gran relación. Después de ese momento, llegó la salida hacia el balcón. Ahí mismo donde en octubre saltó, cantó y bailó. Ahora, en febrero, volvió a repetir el ritual teñido de rojo y negro.

Durante media hora Maradona le dedicó un tributo a los fanas de La Lepra. Volaron cientos de camisetas y volvieron firmadas. Un puñado de hinchas de Gimnasia también se acercó a las puertas del hotel.

Diego es todos, pero vale aclararlo, también es DT del Lobo y necesita del cariño propio para que el promedio se haga más grueso. Y en medio de la marea que significa tener de tu lado a Maradona también hay fútbol con las necesidades que esconde el profesionalismo.

Este sábado, Rosario Central será una obligación en el camino de Diego. Antes, Maradona tuvo disfrute. Pasó San Valentín rodeado de amor en rojo y negro.