El juez porteño Alejandro Litvack rechazó el pedido del fiscal de citar a declaración indagatoria a Norberto Cristian Graf, principal sospechoso y único imputado en la causa por encubrimiento agravado en torno de la muerte violenta de Diego Fernández Lima, el joven desaparecido en 1984 cuyos restos óseos aparecieron enterrados en el patio de una casa del barrio porteño de Coghlan.
El magistrado entendió que, si bien el fiscal Martín López Perrando detalló la evidencia producida en la investigación –desarrollada durante tres meses– y las acciones atribuidas a Graf antes y después del hallazgo, no formuló una imputación concreta que habilitara la indagatoria.
La resolución destaca que la fiscalía endilgó al sospechoso maniobras tendientes a encubrir el homicidio de Fernández Lima, supuestamente cometidas después del 20 de mayo de 2025, fecha en que se encontraron los restos del adolescente de 16 años. También se refirió a conductas previas, presuntamente destinadas a impedir que los trabajadores de una obra lindera descubrieran la fosa donde estaba enterrada la víctima.
El juez consideró que no estaban determinados los hechos por los cuales se pedía la indagatoria, por lo que –a fin de no vulnerar la garantía del debido proceso y evitar futuras nulidades– solicitó a la fiscalía que precisara los términos de la imputación formulada el 12 de agosto, informó el portal fiscales.gob.ar.
En la investigación, el fiscal López Perrando tomó testimonio a allegados de Fernández Lima de la época escolar y a los operarios que encontraron los restos. De allí surgieron elementos para acusar a Graf por encubrimiento agravado y supresión de evidencia.
En su pedido de indagatoria, el fiscal afirmó que el acusado “buscó silenciar el crimen de Diego Fernández” al explicar que “inmediatamente luego del hallazgo de los restos practicó diversas maniobras tendientes a encubrir la averiguación de la verdad”. Entre ellas, mencionó que los restos óseos podían resultar de vieja data porque en el lugar había funcionado antiguamente una iglesia, haciendo alusión a una posible tumba. También refirió que en el lugar se había situado un establo; y, por último, que al construirse una pileta en el fondo de la propiedad, se había pedido un camión de tierra que pudo eventualmente haber traído y depositado en el lugar los huesos hallados en la actualidad.
Diego
Diego “El Gaita” Fernández Lima tenía 16 años cuando desapareció la tarde del 26 de julio de 1984. Ese día volvió del colegio, almorzó con su madre y le pidió dinero para tomar un colectivo rumbo a la casa de un amigo.
Un conocido lo cruzó en la esquina de Rómulo Naón y Monroe, en Villa Urquiza, y lo saludó. Fue la última vez que alguien lo vio. Nunca llegó a la clase vespertina en la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N.º 36, entonces ubicada en Ballivián y la actual Combatientes de Malvinas (ex Donato Álvarez).
Alrededor de las 20.30, como el joven no regresaba, sus padres –Juan Benigno Fernández e Irma Lima– fueron a la entonces Comisaría 39ª de la Policía Federal para denunciar su desaparición, que fue asentada como una presunta “fuga de hogar”.
La familia inició una búsqueda con panfletos en el barrio y trató de visibilizar el caso en los medios. En 1986, el padre dio una entrevista, pero en 1990 murió sin conocer el destino de su hijo. La madre, que hoy tiene 87 años, y los hermanos continuaron la búsqueda.
El 20 de mayo de 2025, un grupo de obreros levantaba una medianera en la casa de avenida Congreso 3748 –propiedad que había pertenecido a la artista Marina Olmi, hermana del actor Boy Olmi, y que entre 2002 y 2003 alquiló el músico Gustavo Cerati– cuando se produjo un desmoronamiento de tierra desde el jardín del chalet lindero de Congreso 3742, habitado desde los años 70 por Cristian Graf, excompañero de escuela de la víctima.
Los peritos determinaron que el adolescente había sido asesinado de una puñalada en el tórax, que dejó una marca en la cuarta costilla derecha. También que, tras el crimen, intentaron desmembrarlo con una herramienta similar a un serrucho, sin éxito, y lo enterraron en una fosa improvisada a 60 centímetros de profundidad.
Junto a los restos había una moneda japonesa, un reloj Casio con calculadora fabricado en 1982, un llavero flotante naranja con una llave, una ficha de casino, la hebilla de un cinturón, la suela de un mocasín talle 41 y una corbata colegial tejida. Estos elementos reforzaron la hipótesis de que la muerte databa de los años 80.
La difusión mediática del hallazgo llamó la atención de un sobrino de la víctima, quien sospechó que el NN enterrado en Coghlan podía ser su tío desaparecido hacía 41 años. La familia se presentó en la fiscalía y se cotejó una muestra genética de la madre de Diego, que dio positivo y permitió confirmar su identidad.