Mucho antes de las pasiones que despiertan las grietas políticas de nuestra época, de las campañas sucias digitales y las cancelaciones en redes sociales o del uso de la vida privada para dar peleas por el poder, mucho antes de eso que suena más o menos contemporáneo, hace dos siglos, en 1810, el cura del pequeño pueblo del Rosario y el alcalde libraban una batalla abierta. Una pelea que incluyó, con sus particularidades y sus códigos, denuncias, amantes, gritos, golpes, cobro indebido de multas, uso de los símbolos religiosos y mucho talento para construir a un enemigo. Un culebrón que fue narrado en un libro por el historiador Darío Barriera y que dice más de la humanidad de los habitantes de esos años que muchos debates sobre fechas e invenciones de tricentenarios.
El título es "El alcalde, el cura, el capitán y la Tucumanesa" (Prohistoria Ediciones) y el subtítulo resume: "Amor, violencia y política en los orígenes de Rosario (1810-1811)".
La trama empieza con una denuncia rica en detalles de Julián Navarro, el cura. Apenas una muestra de su estilo: "Penetrado mi corazón de las desgracias de mi pueblo y estrechado de mis sagrados deberes, no puedo menos que elevar a la consideración de Su Excelencia los justos clamores de mis feligreses vejados, temidos y escandalizados hasta el estupor por Don Isidro Noguera, alcalde de la Hermandad".
Navarro señala a Noguera por llevar al pueblo a su amante la "Tucumanesa" (Manuela Hurtado, heroína de los combates contra la invasión inglesa de 1806), deshonrar a su mujer y la institución del matrimonio, pelear y agredir a ambas a la vista y oídas de todos, entre otros pecados. El proceso lo firma también el capitán (de milicias) Pedro Moreno.
Barriera, doctor en Historia y director de Investigaciones Socio-Históricas Regionales (Ishir) del Conicet, despliega la acusación y agrega otras fuentes para completar el escenario. El cura, según siembran otras voces, tenía otras motivaciones además de cuidar las buenas costumbres: frecuentaba las pulperías cuyos dueños se quejaban del cobro de multas de la autoridad local y habría tenido algunas deudas no muy claras.
La defensa del alcalde será un contraataque certero: el cura se valió del "temor a Dios" para montar una conspiración basada en una enemistad previa y sus "viles pasiones".
En el capítulo de "Mujeres y cultura popular", además de revalorizar a la valiente Tucumanesa, la lupa se detiene en el accionar de una madre que busca sacar de la cárcel a su hijo, víctima de los abusos de la autoridad. Esa viuda acude a la guerrera y amante del alcalde en una "comunicación femenina" que también era "una cultura judicial que circulaba entre mujeres de sectores del bajo pueblo". Una sororidad ante el poder patriarcal del siglo XIX.
Lejos de buscar héroes y villanos, el texto recupera los testimonios en archivos de época, el sumario que se realizó por el caso y contrasta ese material con explicaciones sobre el lugar (Rosario o Pago de los Arroyos), el contexto (un siglo después del supuesto inicio del poblado en 1725, relatado por Pedro Tuella en 1802, y base del mito del bicentenario en 1925 o del tricentenario reciente) y también cierto clima de época (todo ocurre a meses de la Revolución de Mayo y el reacomodamiento de los actores ante la búsqueda de una independencia de la corona).
Sobre el trasfondo del expediente, el autor analiza: "La puja es por la autoridad local y lo que deja muy claro esto es de qué manera los «leales al virrey» de la primera parte del año se transforman en «fervientes revolucionarios» sin que se les mueva una pestaña".
En el trabajo, que se presenta este miércoles a las 20 en la Feria del Libro (primer piso, sala Jorge Riestra, acompañan Gabriel Di Meglio y Ana Wilde), la figura de Noguera funciona como "un catalizador". "Tanto sus contemporáneos como nuestro historiador más famoso (Juan Álvarez) depositaron en él todo aquello que esa sociedad deploraba", dice el autor a Rosario3.
"Creo que algunas palabras resuenan mucho (abuso, coima, escándalo) y algunas simetrías con operaciones de etiquetación que se hacen en el presente son inevitables”, reflexiona sobre una suerte de diálogo entre grietas presentes y pasadas, y aclara sobre las distinciones maniqueas entre buenos y malos: “Pensar que esto sea algo reciente es torpe. Viene del fondo de los tiempos".
–¿Cómo nació la idea de hacer un libro con este culebrón rosarino?
–El expediente judicial donde aparece la historia entre el alcalde y “la Tucumanesa” lo leí por primera vez en 2009, y –junto con otras muchas fuentes– me sirvió de base para escribir varios trabajos de investigación sobre justicia rural entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, todos los cuales publiqué en 2010 y 2011. En el libro está explicado esto y su vínculo con Conicet y el financiamiento de la ciencia en la Argentina. Quienes hacemos historia profesionalmente investigamos, exponemos en congresos, debatimos, corregimos y publicamos artículos. Pero en algún momento vi cómo ciertos datos que aparecían en mis publicaciones eran utilizados por los autoerigidos en “divulgadores”. Entonces, ya llevaba algunos años con la idea de que la historia merecía un libro, esto es, poner una investigación larga y sólida al servicio del relato de una historia. Salir de la publicación “de nicho” –que aunque esté toda disponible en internet, es leída solo por especialistas– y emprender el relato de primera mano. Divulgar sin intermediaciones que, además de innecesarias, son muchas veces poco inclinadas al reconocimiento del trabajo que hacemos los investigadores. Este año en Rosario se habla mucho de historia y me pareció un buen contexto.
–Otros historiadores, como Juan Álvarez, ya se refirieron a este caso. ¿Qué crees que aporta este nuevo trabajo y por qué es importante en este momento?
–Efectivamente, Álvarez conoció el expediente, pero –como no podía ser de otra manera, porque trabajó muchísimo material sobre Rosario– lo leyó un poco por arriba. Entonces, si bien pescó perfectamente la esencia de la cosa (lo que había detrás de la denuncia del cura Navarro era un conflicto político), la interpretación que hizo de algunos aspectos es discutible. Esto está bien explicado en el desarrollo del libro, pero para resumir, Álvarez supone que el alcalde tiene apoyos que son indemostrables y, además, siente una indisimulable simpatía por los “vecinos del Rosario” que posiblemente no eran muy diferentes a su enemigo político. Por otra parte, la lectura minuciosa (“intensiva” decimos los cultores del microanálisis), permite encontrar cosas que no aparecen en otro tipo de papeles. Los abusos contra los campesinos, la imposibilidad de negarse a ciertos pedidos injustos, los modos de hacer que son específicos de las mujeres en contextos de opresión, las pulperías como espacios de tensión y, sobre todo, la distancia cultural entre los letrados y los rústicos (el universitario cura Navarro y Tuella frente al resto de los actores que participan del cuadro) son algunas vetas para acceder a la cultura popular de la época.
–Los hechos y el sumario ocurren entre fines de 1810 y principios de 1811, tiempos de revolución y debate por la independencia de la corona española. ¿Hay un clima de época en donde se disputaba cuál era la verdadera autoridad en esos pagos?
–La puja es por la autoridad local, evidentemente, y lo que deja muy claro esto es de qué manera los “leales al virrey” de la primera parte del año se transforman en “fervientes revolucionarios” sin que se les mueva una pestaña. Siempre enrolados en torno al cura, colocan al alcalde Noguera primero de un lado –de los “revolucionarios” antes de junio (la noticia de mayo impactó oficialmente en Santa Fe los primeros días de junio) y de los “conservadores” después–. Entonces, todos los rumores y las noticias que llegan al pueblo se transforman en insumos para una disputa que es local, pero cuyos contendientes demuestran estar al tanto de lo que pasa en el mundo. Saben (o creen saber) cómo usar esas cosas a favor de sus intereses o en contra de sus rivales.
–En un momento, el libro recupera las diferencias entre "conservadores", "la parte buena" de la sociedad, contra un representante del pueblo ignorante, vago, hijo de extranjero y coimero. ¿Esa era una "grieta" visible y que aparece en otros documentos, o es una curiosidad de este caso?
–Sí, esa distinción la hace Álvarez –yo no la comparto, pero cito su análisis, justamente, porque es el único que hasta ese momento había visto el caso con un cierto detalle–. La figura de Noguera es interesante porque es un catalizador. Tanto sus contemporáneos como nuestro historiador más famoso (Álvarez) depositaron en él todo aquello que esa sociedad deploraba. Creo que algunas palabras resuenan mucho (abuso, coima, escándalo) y algunas simetrías con operaciones de etiquetación que se hacen en el presente son inevitables. Creo que lo de “la grieta” viene por ahí. Lo cual es genial, porque –como tengo escrito en otro libro, "Grietas argentinas"– lo que las grietas muestran es un modo de funcionar, un modo de organizar las cosas dicotómicamente que, para mi gusto, tiene ventajas y desventajas. La gran ventaja es que permite ordenar en trazos gruesos posiciones frente al mundo en situaciones críticas. Pensar que esto sea algo reciente es torpe. Viene del fondo de los tiempos.
Lo bueno del “caso Noguera” –como de casi todos los casos aparentemente dicotómicos– es que una vez hecho el trazo grueso, para el análisis histórico es obligatorio comenzar a buscar los matices, las sutilezas. Pude investigar a Noguera y la imagen que extraigo del resto de los documentos avala la mala opinión que tenían de él sus contemporáneos, pero también aparecen contenidos paradojales que fueron silenciados. Es verdad que lo habían designado como alcalde un poco “a dedo”, sin esperar la terna que se proponía habitualmente, pero también es verdad que él se había negado varias veces a aceptar la designación, algo que nadie dice.
–El texto tiene humor y permite asomarnos a un estilo de vida, a cómo era la sociedad de aquella época, quizás de forma más humana que en los debates de fechas como el "tricentenario sí o no". ¿Ese fue parte del propósito de escribir con detalle esta trama?
–No me había dado cuenta de que el texto podría tener un componente como ese (el humor) hasta que me devolvieron algunas lecturas. Pero no es algo buscado. En todo caso la historia aporta algunas líneas que pueden sonsacarnos una mueca y, por otra parte, también es posible que la matriz irónica que supone toda posición crítica esté mal disimulada. En ese caso, sería un logro del libro a pesar de la voluntad de su autor. Lo que sí formó parte de la búsqueda fue utilizar el microscopio y poner frente a los ojos de los lectores los rostros y las acciones de personas que, hace dos siglos, quedaron atrapadas en aquellos registros. Hice todo el esfuerzo posible por buscarlas en los archivos de manera multidimensional (traté de no quedarme con lo que se dice de ellos en el proceso judicial, porque como todos sabemos, en un juicio, la justicia y la verdad muchas veces se divorcian), y traté de restituir los componentes culturales de sus dichos y de sus comportamientos. Es cierto que para mantener a tiro los hilos fuertes de la trama no me permití algunos desvíos que hubiera deseado encarar –sobre todo engordando las descripciones del mundo material–, pero también quería hacer un libro corto, para el que hubiera lectores posibles con ganas de empezar y terminar una lectura en un tiempo razonable.
"Genocidio científico"
Después de las historias, del expediente, de los actores, Barriera escribe un epílogo en donde narra la "cocina" de la investigación. Cuenta cómo llegó al expediente (cómo se lo hicieron llegar) y se detiene en algo muy actual: la falta de financiamiento del Estado para poder realizar este tipo de trabajos.
El autor define las políticas de ajuste y vaciamiento implementadas desde fines de 2023 como "genocidio científico". Y cierra: "Una sociedad que olvida su historia quizás esté condenada a repetirla, puede ser. Pero una que deteste pensarla y discutirla, francamente se suicida".