Ahinara, la ecuatoriana de siete años viajó hacia Madrid, España, para realizarse el tratamiento para su tumor cerebral con la Unidad de Protonterapia de la Clínica Universidad de Navarra. "La nave espacial", así la llama la pequeña, ya que logró eliminar por completo su enfermedad que los médicos le habían diagnosticado unos meses atrás.
Este inmenso instrumento es la pieza central de un tratamiento oncológico de avanzada conocido como protonterapia: un tipo de radioterapia que en vez de fotones (como en la radioterapia tradicional) utiliza protones para destruir los tejidos tumorales.
Es un tratamiento relativamente nuevo, costoso y de alta prescisión que está disponible solo en algunos lugares del mundo —existen actualmente 107 espacios de protonterapia en 20 países, y hay unos 37 en construcción— y está especialmente indicado en algunos cánceres.
Su gran ventaja, y la razón que hace que este tratamiento sea el más idóneo en ciertos casos, es que, por sus características físicas, este tipo de haz produce menos daño en los tejidos circundantes y por lo tanto menos efectos secundarios.
"En tumores situados en el sistema nervioso central, en la base del cráneo, el área de la cabeza, la médula espinal o que están muy cerca de tejido que se requiere preservar, así como también en pacientes que recibieron radiación antes, es particularmente crítico reducir la dosis de radiación en los tejidos sanos que circundan al tumor".
Así se lo explica a BBC Mundo el doctor Pablo Menéndez, director del Área Terapia Radiante del Instituto de Oncología Angel H. Roffo de la Universidad de Buenos Aires.
La forma en que se comportan los haces de protones al atravesar el cuerpo humano permite "concentrar la dosis máxima de radiación en el tumor y hacer que dos o tres milímetros más allá ésta sea prácticamente cero", añade.
"En estos casos es fundamental minimizar los efectos secundarios en tejidos normales porque cuando los niños sobreviven, y sobreviven masivamente a los cánceres en edad infantil, quedan con secuelas que limitan su vida a largo plazo como adultos", le dice a BBC Mundo el doctor Felipe Calvo, director de la Unidad de Protonterapia de la Clínica Universidad de Navarra.
"La mayor parte los tumores infantiles son cerebrales, y los cerebros que se irradian con fotones y sobreviven a largo plazo tienen problemas neurocognitivos", añade el médico que forma parte del equipo que trató a Ahinara.
Además, es una terapia menos tóxica, ya que minimiza la irradiación que llega a los vasos, las arterias, y su contenido (la sangre circulante), protegiendo así el sistema inmune del paciente.
El cáncer que padecía Ahinara —un tipo de sarcoma cerebral poco común en Europa pero que se ve con más frecuencia en América Latina— se adaptaba perfectamente a la terapia de protones que ofrecía la clínica de la Universidad de Navarra (uno de dos centros médicos privados que brinda este tipo de terapia en España).
Victoriano Iglesias, padre de la niña, recuerda en detalle cómo se desarrollaron los acontecimientos que lo llevaron a salir por primera vez de su país junto a su familia para buscar el mejor tratamiento posible para su hija.
Ahinara estaba jugando después de salir de la escuela, cuando Victoriano y su esposa recibieron un llamado de la abuela para contarles "que la niña tenía vómitos", le dice a BBC Mundo.
"Pensamos que era un cuadro viral o bacteriano, y la llevamos a ver al pediatra. Él pensó lo mismo", rememora. Pero cuando regresaron al hospital porque Ahinara no mejoraba, una serie de análisis y pruebas verbales revelaron que se trataba de algo serio.
"La doctora le preguntaba cómo se sentía y ella contestaba 'tien' (no podía pronunciar la b). Le costaba coordinar movimientos y palabras, y la neuropediatra vio que de un lado de la carita tenía un leve derrame".
La tomografía confirmó las sospechas, y la pequeña fue operada de urgencia. Aunque la cirugía fue un éxito —se logró extirpar la mayor parte del tumor—, el tratamiento debía continuar, al igual que en la gran mayoría de los casos, con quimioterapia y radioterapia.
Y allí fue cuando Victoriano comenzó a buscar las mejores opciones de tratamiento, que involucraron un periplo que, gracias a la colaboración de organizaciones sin fines de lucro —Teletón en Ecuador y la Asociación Española contra el Cáncer y Niños contra el Cáncer, en España, entre otras— lo llevó a la Clínica de la Universidad de Navarra.
"Por lo general, se requieren entre 5 y 25 días de tratamiento dependiendo del tumor", explica Calvo sobre el tratamiento. En el caso de Ahinara fueron 30 sesiones, una por día.
El disparo del haz de protones es de menos de un minuto, pero acomodar el cuerpo en la posición exacta dentro de la máquina puede tomar entre 20 y 25 minutos.
"El procedimiento no es doloroso, y la anestesia se hace con gases", le explica a BBC Mundo la doctora Elena Panizo, la especialista en Oncología Pediátrica de la Clínica Universidad de Navarra que trató a Ahinara.
"A corto plazo la tolerancia es muy buena. Uno de los tratamientos mas intensivos que damos en los niños con tumor cerebral son las radioterapias craneoespinales que consisten en radiar todo el cráneo, toda la columna, más todo el neuroeje y estamos viendo que los niños lo toleran fenomenal", señala la oncóloga.
"En cambio con los fotones veías bastante afectación, porque la dosis de radiación le llegaba un poco a la garganta o a la tripa y podían tener diarrea y más mucositis (inflamación de las membranas mucosas del revestimiento del tracto gastrointestinal)".
"Muchos de los niños casi ni se enteran de que están recibiendo el tratamiento", dice, y recuerda emocionada cómo Ahinara llegaba cantando y bailando, feliz de entrar a la sala de protones.
Al ser la primera paciente pediátrica sometida con éxito a este tratamiento en la clínica, Ahinara dejó una lección valiosa para todo el equipo médico.