El Congreso sancionó la llamada ley Nicolás la semana pasada, una normativa que apunta a mejorar y asegurar la atención médica a través de la protocolización de procesos, la incorporación de tecnología y la jerarquización del personal de salud. Para ello, en su articulado define conceptos tales como: seguridad del paciente, calidad de la atención sanitaria, gestión de la calidad sanitaria, coproducción de salud, incidente de seguridad; entre otros. La legislación fue inspirada en el caso de Nicolás Deanna, un chico de 24 años que falleció en 2017 de meningitis tras ser mal diagnosticado por un médico que fue condenado a 3 años de prisión. 

En diálogo con De Boca en boca, Gabriela Covelli, la mamá de Nicolás, recordó la muerte de su hijo. Todo comenzó el sábado 21 de octubre de 2017 cuando Nicolás fue a atenderse con el doctor Ricardo Cap por un fuerte dolor de cabeza. “A Nicolás lo atendió un solo médico, de una clínica privada. Nicolás tenía 24 años y una salud extraordinaria, era deportista. Ha sido campeón de Jiu-jitsu en Mercosur. No tenía ninguna enfermedad preexistente, cosa que el médico debió haber advertido. No es lo mismo una persona bien cuidada venga a una guardia, un paciente que vos conocés desde chico y que sabés que viene de una familia que lo cuida”, comenzó. 

“Lo primero que dijo fue «¿qué te pasa viejo, estás estresado?»Y mi hijo nunca pudo haber estado estresado porque de verdad tenía una vida victoriosa, había conseguido hasta ese momento todo lo que quería, se había recibido de martillero público, tenía su oficina, era feliz. Fue la persona con más ganas de vivir que yo conocí. Y él decía que mi hijo estaba estresado, que tenía una contracción muscular”, continuó.

Luego, de acuerdo a lo que contó “sin revisión alguna –y yo sin saber que debería haber existido esa revisión–, lo acostó en una camilla y le puso una inyección endovenosa de diclofenac con diazepam, que lo hizo dormir a Nicolás. Yo me asusté. Durante tres días atendió a mi hijo de la misma manera, mientras yo estaba ahí. Ese lunes estuve 4 veces con el médico”. 

Gabriela recordó que “el primer síntoma fue un dolor de cabeza que no se le iba con nada. Las inyecciones que le daba son potentes analgésicos dicho por los peritos de la Corte Suprema de Nación. Se llama dolor de cabeza persistente. Más toda la batería de medicamentos que le inyectó”. Al día siguiente, ya tenía fiebre. 

Después de decirme doctor Rímolo y que mandó a respirar al mar, conseguí que le haga un análisis de sangre. Me mostró los análisis y me dijo que sabía de dónde venía la fiebre. Que era una angina que se había complicado, la contractura en la base del cráneo con la angina, entonces le aplicó penicilina”, continuó con el raconto de las intervenciones fallidas. 

La mujer aseguró que en el marco del juicio que inició, pudo saber que otros profesionales le advirtieron que estaba equivocado. “No escuchó a otros médicos, pero me entero después. Cuando va a hacerle la tomografía, un médico que pasa por al lado le dice «¿no será un síndrome meníngeo?» Y él le dice que no”, sostuvo y agregó: “La radióloga que le saca una placa a Nicolás le dice «doctor disculpe pero no tiene ninguna contractura, este pibe tiene meningitis» y él le dice «callate, acá el médico soy yo»”.

“Así puedo contar millones –señaló Gabriela– Lo juro por mi hijo, cuando iba escuchando lo que iban declarando pensé por qué ninguno no levantó la mano y dijo «mamá sacá a este pibe de acá»”. Por su parte, ella analizó su accionar por esos días: “Uno confía en el médico, me decía contractura, angina. Él estaba no es que no le daba bolilla, yo no podía creer que se estaba equivocando. Después me dio un diagnóstico que los peritos dijeron que era un disparate pero yo le creí como más. Me dijo que tenía el síndrome de Arnold Chiari que es congénito y gravísimo. Y era imposible que lo tuviera Nicolás. Lo han dicho los peritos. Me iba envolviendo a mí y a la familia”, lamentó.

El desenlace de Nicolás fue trágico. “Se le empezaron a hinchar los ojos, yo le dije «¿Nicolás vos me ves?» y me dijo que veía borroso. Ese fue el comienzo del final. Entonces tuvo que llamar a una médica de guardia, tras haber tenido que esconder lo que había hecho con mi hijo. Cuando entró la médica ella gritó «siempre hacés lo mismo, este pibe tiene un cartel en rojo gigante que dice meningitis»”, recordó. 

Ocho años después, Gabriela puede celebrar la sanción de la ley que lleva el nombre de su hijo fallecido. “Hoy es ley. Consiste en un montón de puntos, es una ley modelo en América, es la primera que existe sobre seguridad de paciente”, destacó y explicó que obliga a denunciar cualquier evento adverso en la institución al Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino (Sisa) que es un proyecto de tecnología de la información de alcance federal, impulsado por el Ministerio de Salud de la Nación, para la integración de información sanitaria y la construcción de una estrategia rectora en términos de información para la salud.

Además, indica la elaboración de una estadística que “hoy no tenemos sobre las muertes”. “La ONU asegura que en un minuto se producen 5 muertos por fallas del sistema de salud”, apuntó Gabriela. 

La ley plantea controles anuales sobre condiciones de los profesionales de la salud, evitar enfermeras como el caso del los bebés de Córdoba. “Hay médicos que tienen una grave adicción a drogas y nos están atendiendo”, expresó.

Por último, criticó la pena de tres años que le dieron al profesional que atendió a Nicolás. “Es irrisoria. Me mató en un día y a él lo condenaron tres años. Lo apelé por dolo eventual. No pudo no haber sabido que Nicolás iba a morir si no cambiaba. Pero era más fácil esconder a un muerto, es imperdonable”, lanzó.