El vínculo directo entre el consumo de cocaína y la enfermedad cardiovascular se viene estudiando desde hace cincuenta años. Y se fue haciendo más visible a partir de que su uso se masificó, algo que ocurrió en las últimas décadas del siglo pasado. En Rosario, las estadísticas de personas que llegan al sistema de salud pública para ser intervenidas luego de un infarto demuestran una alta presencia de esa droga en el organismo de los pacientes y los especialistas admiten que la relación es cada vez más visible.  

“Cada persona que llega con un infarto al sistema público de salud termina siendo derivada al Hospital Centenario para que nosotros le hagamos el tratamiento quirúrgico pertinente”, explica el doctor Pedro Zangroniz, Jefe del Servicio de Hemodinamia y Cardiología Intervencionista del citado centro de salud, donde se concentran todas las angioplastias y colocación de stents del sistema público de la ciudad y de donde salen los números.

Esa generación de datos que vinculan al uso de drogas con personas atendidas por infartos en el Hospital Centenario data de 2016: “Nosotros en ese año les empezamos a preguntar a los pacientes infartados si eran consumidores de algún tipo de droga. Y en esa época ya un 5% nos admitía que consumía cocaína. Nos pareció un número preocupante. Desde 2020, ya no nos limitamos a preguntar: directamente empezamos a buscar rastros de cocaína en todo paciente que ingresara con un infarto. Y después de más de 400 pacientes estudiados, el número de cocaína en orina saltó al 10%”, dice Zangroni.

Y agrega un dato más: “Una conclusión interesante que sacamos es que a este grupo primero le preguntábamos si habían consumido y después buscábamos el consumo en los análisis que enviamos al laboratorio de toxicología de la Facultad de Ciencias Bioquímicas. La mitad lo había negado. Es decir: además de ser un número alto, el 50% decía que no consumía. Eso marca que la cocaína no sólo sigue siendo un factor de riesgo conocido, sino además negado”.

Cocaína: aumento de riesgos y peor pronóstico

El doctor Zangroniz, profesor de la Cátedra de Cardiología de la Facultad de Medicina de la UNR, dice sin rodeos que “cuando comparamos el grupo con cocaína positiva y el grupo sin cocaína, vemos que a los primeros les va peor durante la internación en varios aspectos. Es decir: tienen peores resultados”.

“La cocaína es conocida desde hace tiempo por sus efectos cardiovasculares: produce vasoconstricción —cierra las arterias—, aumenta la tendencia a que la arteria se llene de plaquetas y se genere un coágulo, tiene poder oxidante y están demostrados sus efectos negativos sobre la enfermedad coronaria. Nosotros queríamos ver si esos efectos tenían impacto en la práctica clínica, en la vida diaria. Y lo comprobamos: a los pacientes les iba peor en la angioplastia, el flujo coronario después de colocarles el stent era más deficiente, y la mortalidad intrahospitalaria resultó tres veces mayor en quienes habían consumido cocaína que en quienes no. Es decir: lo que ya conocíamos desde lo fisiopatológico se corroboró clínicamente en los resultados hospitalarios”, subrayó.

Sobre la cantidad de personas infartadas con rastros de haber consumido cocaína, Zangroniz no observó un aumento notable entre 2020 y 2024: “El año pasado entraron 260 infartados; puede haber habido un aumento del 10% respecto de 2023, pero en el último tiempo está más estable en esos registros. Lo que sí me llamó la atención fue lo que ocurrió en el último mes de julio: en 4 de 16 infartos se detectó cocaína en orina: no ya un 10%, sino en 25%. Esto puede ser relativo y puede variar en agosto, pero no deja de ser una foto preocupante”.

Otras conclusiones alarmantes

 

El médico rosarino explicó que en el test no sólo miden la presencia de cocaína en orina, sino que son ocho drogas en total. “Nosotros notamos que muchos de los pacientes que consumen cocaína presentan al mismo tiempo rastros de consumo de marihuana, de anabólicos y de otras sustancias. Es decir, hay un consumo polidrogas y eso aumenta aún más los riesgos”.

Acerca del recorte etario y de género de los últimos tiempos, Zangroniz notó una tendencia: “En general son pacientes más jóvenes de lo habitual, en su mayoría hombres y fumadores. Antes pensábamos que los positivos en cocaína eran sólo jóvenes, pero hoy también vemos una alta tasa de positivo en personas más grandes, que quizás empezaron a consumir en los años 80”.

Finalmente, el médico manifestó su preocupación acerca del destino de esas personas tras la intervención quirúrgica: “Lamentablemente, la cocaína sigue siendo un tabú: cuesta detectar la presencia de la droga en el organismo y cuesta hablar del consumo con los pacientes. Nosotros los derivamos a su centro de salud con la indicación de la necesidad y conveniencia de que consulte al servicio de salud mental por su situación de consumo. Pero no hay ningún protocolo de seguimiento definido, por lo que su evolución depende de ellos mismos”.

“Si es hipertenso, le decimos que vaya al cardiólogo y se cuide en el consumo de sal. En este caso, le decimos: ‘Mirá, sería necesario que consultaras a alguien que te pueda ayudar porque la cocaína te hace mal en todos los niveles: cardiovascular, gastrointestinal, bronquial, neurológico, hipertensión. Es una droga que hace daño en todo el organismo. Luego, está en él el abordaje de la situación”, concluyó.