La policía se sorprendió al enterarse de que las víctimas habían sido decapitadas como parte de un sacrificio ritual y sus cráneos se exhibieron en una especie de estante de trofeos conocido como "tzompantli". La zona cercana a la frontera con Guatemala donde se realizó el hallazgo está plagada de violentas bandas de contrabandistas, por lo que rápidamente se inició una investigación para saber cómo habían llegado allí los restos.

Un vocero del INAH, el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, dijo: "Creyendo que estaban mirando la escena de un crimen, los investigadores recogieron los huesos y comenzaron a examinarlos en Tuxtla Gutiérrez", la capital del estado.

Después de extensas pruebas, que tardaron diez años en completarse, se estableció que no era evidencia de un crimen reciente que la policía había encontrado, sino restos de sacrificios milenarios, informó el New York Post.

Los expertos dijeron que las desafortunadas víctimas fueron decapitadas y sus cráneos exhibidos en un estante de trofeos conocido como "tzompantli". Se cree que fueron asesinados entre 900 y 1200CE.

Lo que confundió a los investigadores es que las pilas de cráneos prehispánicos generalmente muestran un agujero a cada lado del cráneo y se encuentran en plazas, no en cuevas. Entre las víctimas de este último hallazgo había más mujeres que hombres, ninguno de ellos con dientes, segú publicó Daily Star.

A raíz del hallazgo, el arqueólogo Javier Montes de Paz dijo que la gente probablemente debería llamar a los arqueólogos, no a la policía. "Cuando la gente encuentre algo que pueda estar en un contexto arqueológico, no lo toque y notifique a las autoridades locales o directamente al INAH", dijo.