La conmovedora de Thiago Luque y su hermano Lautaro que tienen 4 y 5 años, respectivamente, se viralizó en las redes sociales en las últimas horas tras conocerse que su hermano le donó médula para ayudarlo con la lucha contra la leucemia.
Viven en un barrio humilde en la localidad bonaerense de Lomas de Zamora, juegan a los súper héroes con los trajes que les regalaron las maestras, directoras y auxiliares del Jardín de Infantes. En vez de una “S”, tienen en el pecho sus iniciales: una “T” y una “L”. Es que son súper héroes.
“No entendemos qué pasó con Thiago, siempre fueron nenes sanos. Les hacemos controles, tienen sus vacunas, van al jardín”, dice Claudia, su mamá, que con apenas 25 años (los cumplió el 16 de mayo junto a su hijo en el hospital Garrahan) ya habla como una madre veterana en esto de estar al pie de sus hijos. Ella es mesera en la feria de La Salada, y debió dejar de trabajar para cuidar a Thiago, consigna Infobae.
Cuenta Claudia que en plena pandemia, y de un día para el otro, su hijo menor “empezó a tener pequeños hematomas en el cuerpo. El 8 de marzo, un miércoles, lo llevamos al hospital de Budge. Nunca me dijeron nada, no sabían si era dengue o una enfermedad en la sangre".
Finalmente Thiago fue diagnosticado con leucemia linfoblástica aguda tipo T y le recomendaron quimioterapia.
Después de diez días de tratamiento, cuenta Claudia, su médula empezó a funcionar: “Pero lo punzaron cinco veces y seguía teniendo células malas. Llegamos hasta el tercer bloque de quimioterapia. Cada bloque es una semana de quimio. Te internás un lunes y salís un sábado. Es constante"
"Primero no lo iban a trasplantar, pero cuando llegamos al tercer bloque me dijeron ‘mami, uno más y va a trasplante’. Ahí, Thiago tenía 3 años, y si hacía seis bloques y la enfermedad le llegaba otra vez no sabían si su cuerpito iba a resistir, me explicaron que no iban a poder hacer nada, sólo darle calmantes para que no sufra”. Además, le apareció “una enfermedad oclusiva que le dañó el hígado”, cuenta al citado medio.
Claudia no tiene contacto con el papá biológico de sus hijos. “Me separé cuando tenía Thiago tenía 3 meses de vida. No se nada y no me pasa nada de ayuda. Pero me perjudica porque los dos tienen su apellido y siempre hay problemas. A los 8 meses volví con mi novio de antes, Nahuel Ojeda. Él está con nosotros. Ahora mis hijos le dicen papá…”
Así que la familia de sangre más cercana se hizo análisis de compatibilidad. “Me dijeron que mi hijo Lautaro era casi al 100 %”. El 5 de noviembre hicieron el trasplante. “Lauti me decía que me quede tranquila, que él iba a cuidar a su hermanito… Cumplió 5 años y cuando no estaban juntos lo extrañaba mucho. Igual, como todos los hermanos, a veces se pelean”.
Lo que resta para la familia es ir a hacer controles. A veces consiguen la ambulancia que les envía el municipio de Lomas de Zamora. Otras, cuenta Claudia, “reniego por la hora, porque tarda. Y un remise para ir y otro para volver me cuestan mil pesos, que no tengo”.
En cada sesión que soportó, Thiago se portó muy bien. “Cuando íbamos a las internaciones, la oncóloga Carla Pennella me decía que entiende todo, que colabora. Para él, Papá Noel llegó a la casa de los doctores, al hospital, porque se portó bien. Igual, a mi me partía el alma cuando lo pinchaban y decía ‘uno más y ya está, ¿no?’. Es muy valiente mi hijo. Y le reza a Jesús. No se de dónde lo sacó, porque yo tengo una Virgen María y le pido por él, pero no me ve cuando lo hago. Ahora me dice que le pida a Dios…”
Ahora, después de estar 88 días internados, la familia se instaló en su casa. Pero allí también tuvieron que hacer modificaciones. De lo contrario, se iba a tener que mudar a la Casa Garrahan.
Hoy es Thiago el que duerme en la habitación y la pareja y Lautaro, en el comedor. Cada vez que entran, se sacan las ojotas, se lavan las manos y rocían todo con alcohol. Sólo ellos tres y la mamá de Claudia (que tiene 56 años) pueden ver en forma directa a Thiago. El resto de la familia lo hace a través de una ventana. Es que el nene no puede ni siquiera jugar con agua, mojarse, o comer fiambre, describe su madre.
Por estos días, Thiago (que cumplió 4 años el 3 de enero) está aprendiendo de nuevo a caminar. Estuvo mucho tiempo en cama y le cuesta mover las piernas. “Pero me dice ‘¿puedo, ves?’ y las mueve un poquito”, señala su mamá.
Además, por la quimioterapia no se podía alimentar bien y eso lo debilitó un poco. Todavía tiene colocada una sonda por la que le toma la leche que le dan en el hospital. Y sin embargo, Claudia se enternece cuando cuenta que, a pesar de todo, “no pierde la sonrisa, está contento”.