Diez años atrás, la escritora y tallerista rosarina Alma Maritano coordinaba, como cada día junto al joven escritor Pablo Colacrai, el taller de los miércoles en su casa de calle Santiago y San Juan, donde abordaron el tan mentado Don Quijote de Cervantes. Con el pequeño grupo de alumnos, despidieron el 2015 con un brindis, y una cena festiva que duró hasta las 11 de la noche. “Hasta mañana, profesora”, le dijo Colacrai luego de dejar bien ordenada la mesa de trabajo, y se fue. Pasada la medianoche, era 17 de diciembre, y Maritano se fue cabalgando con el hidalgo caballero fuera de este plano.
El libro que se encontraba junto al cuerpo ya sin alma de Alma era Un cadáver en la biblioteca, de Agatha Christie. "Estaba al lado de ella en la cama. Qué pavada de metáfora, ¿no?", recordó la escritora y amiga de Maritano, Graciela Ballestero. Se fue de un suspiro y sin espamentos, habiendo compartido una jornada de lo que más le gustaba hacer: desgranar textos literarios con sus alumnos, y en este caso los del hidalgo caballero de La Mancha. "Murió en su ley", aseguró Colacrai a Rosario3 diez años después.
La mujer de la barranca está construyendo su propia soledad, minuto a minuto, igual que la noche. Alza el mentón y hunde la mirada en lo oscuro. Cada latido de la noche se corresponde con uno de ella, con cada pulso de sus arterias ralentadas. Ella es tan vieja como la noche. Y tan joven. Los sucesos se huelen, acontecen sin haber transcurrido todavía. Debería saberlo. No lo sabe, y eso vuelve posible una provisoria juventud.
Pasa gente cada tanto. Parejas, muchachitos, hombres solos. La descubren a la vuelta de un sendero, se apartan bruscos, cuchichean. Ella ríe por dentro, poderosa.
Así comienza el penúltimo libro publicado por Maritano. Una obra maestra de tres narradores y tres protagonistas, a la que llamó La voz (editorial Homo Sapiens), la cual escribió en parte en sus retiros junto a escritoras amigas en las playas de Uruguay.
Como la propia Alma precisaba, ella escribía literatura infanto-juvenil y para adultos en simultáneo y publicaba un género y luego el otro, de manera alternada. Luego su último libro publicado fue Réquiem para Max (y fue también su única ciencia ficción). Este último además es el cierre de su más famosa creación que formó generaciones de adolescentes, conocida popularmente como “la saga de El Visitante”, donde Robbie ya es un joven escritor. Una novela que adentro contiene otra, y esta dentro de ésta, otra (mamushkas de historias) , y aparece la propia Maritano, cameo de sí misma. Era una narradora de historias en las que los chicos y adolescentes fueron los principales destinatarios, y ellos vinieron a la ciudad de sus protagonistas luego de leerlo en las aulas de todo el país durante años (ver apartado).
Aseguraron los propios ex alumnos que Maritano tenía un bagaje monumental de lecturas clásicas y contemporáneas (y en cuatro idiomas). Que era, por definición, gregaria (siempre se rodeaba de gente en su casa-taller, de meriendas o cenas eternas), pero también era graciosa, muy despistada y en igual medida, coqueta. De una curiosidad infinita, aptitud que a su vez sabía transferir con entusiasmo y generosidad, sobre música, plástica, teatro o cualquier arte.
“Nunca fue vieja, porque siempre estuvo a la vanguardia de las cosas que se venían. Una persona en constante asombro al descubrir cada nuevo autor, que la mantenía joven. Y se reía mucho”, evocó la periodista y también ex alumna de Alma, Silvina Tamous.
Diez años después de su partida, sigue igual recordada por generaciones de rosarinos que en su temprana juventud leyeron la saga de libros afamada con El Visitante (Colihue). Un colega periodista recordaba con nitidez “al protagonista Robbie llegar de viaje, al comienzo, y en el walkman escuchaba Yo no quiero volverme tan loco”.
Precursora del boom de talleres literarios en la ciudad
Hoy se cuentan de a decenas. Cada biblioteca o espacio cultural de Rosario cuenta con un taller literario. Pero esto que hoy es un “boom” en Rosario, como en otras grandes ciudades, es historia muy reciente. Se considera que Maritano fue la primera tallerista literaria en la ciudad, ya que dictó el primer taller literario, que era municipal, para luego crear el suyo, que en un principio funcionó en un local debajo de su casa del barrio Abasto, en la calle Necochea.
Su primer taller comenzó en 1979, en el teatro Mateo Booz, leyendo textos “prohibidos”, y fue tal el éxito que tuvo 90 inscriptos y cada sábado asistían unas 60 personas. También dictó durante algunos años un taller público en la Biblioteca Argentina “Juan Álvarez”, donde ella misma recordó en una entrevista para la saga de Colihue: “Desde allí nuestro taller abierto llevaba micrófonos a las plazas y leíamos nuestros textos e invitábamos a leer a la gente que pasaba”. Escena que pinta el espíritu gregario de la tallerista.
Lo cierto es que en el país no existían los talleres hasta los años 70, y entre los primeros talleristas estaban Liliana Heker y Abelardo Castillo. “No sé si alguien hizo una investigación formal del asunto. Se sabe que, como muchos docentes fueron echados de la universidad en la Dictadura, ellos abrían talleres privados para seguir dando clases”, destacó Colacrai.
Quizás un precursor pudo ser Nicolás Rosa, en sus famosas clases de catacumbas. En una entrevista que dio la recordada autora a esta cronista para la revista Rosario Express, ella misma había señalado a Roger Plá como antecesor local, antes de su vida porteña.
En el bar del Colegio Nacional 1, donde daba clases, Alma se puso a escribir una novela que fue germen de El Visitante. “Necesitaba hablar como docente y como madre, de la opresión (que se vivía), de la necesidad y el derecho de libertad de los chicos", había explicado ella misma. Cuando se publicó Un globo de luz anda suelto (editorial Plus Ultra), ganó la Faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores (Sade) en literatura infantil. Era 1978, y en plena Dictadura.
Nicanor, sentado entre los juncos, en la orilla de la laguna, siente sobre sus hombros de nueve años la última caricia del sol que se está ocultando detrás de los eucaliptos. Gorriones y jilgueros, demorando preparativos en las ramas oscuras, parece que alborotaran dentro de su propio corazón. Nicanor escucha cómo se disputan el silencio con las primeras ranas, se mira en el agua quieta, y siente de pronto que la vida es endiabladamente hermosa. Que su pueblo, Los Pirinchos, al sur de Santa Fe, con sus casitas blancas y coloradas, y el campo verde y amarillo de girasoles y alfalfares, y el misterioso monte de eucaliptos con su ombú en el medio, y la laguna con sus patos, y el establo que huele a calor animal y a leche tibia, y el trigal y el molino, y las mojarritas de plata, todo eso es para él un mundo mágico y encantado, mucho más tal vez que el de sus libros de cuentos. Así es el inicio de Un globo de luz anda suelto, y en la contratapa reza el presagio: “Con esta obra se suma a la literatura infantil argentina una lúcida creadora”.
Bajo una búsqueda de libertad expresiva, su propio globo de luz que vuele libre, (y a conciencia del riesgo de ser perseguida) dictó el taller en grupos privados. Graciela Ballestero fue una de sus primeros alumnos, y aseguró: "En ese tiempo, muchos libros eran prohibidos. Ella igualmente en clase en el Nacional les llevaba en un bolso y les leía autores prohibidos como Julio Cortázar y Haroldo Conti. Un día se cansó de esa situación. Viajó a Buenos Aires y se contactó con Nicolás Bratosevich, uno de los pioneros de los talleres literarios de allá, se cansó del sistema de calificaciones y exámenes, y comenzó a dar su propio taller privado".
A su taller lo llamó “Julio Cortázar”. Comenzó en 1983 y culminó el 16 de diciembre de 2015, aquel miércoles de despedida de año con sus alumnos de los miércoles. Siempre lo ejerció con grupos reducidos. Quienes fueron sus alumnos tantos años agregaron a esto, que el mote de coordinadora le quedaba chico. Era una Maestra con mayúsculas.
Los talleres dependen del entusiasmo y lo que ponga en juego su coordinador, su capacidad y conocimiento. “Ella inventó una forma muy aguda y atenta de leer los textos de cada alumno y a debatirlos entre todos, con atencion pero tambien con mucho afecto y entusiasmo. Era un placer pero tambien una vocación de mucha responsabilidad”, recordó Colacrai. De su semillero salió gran parte de los escritores destacados de Rosario como Alisa Lein, Martín Sansarricq, Andrea Lípari, Sandra Siemens, Cecilia Reviglio, Oscar Medina, Enrique Bo.
La docencia formal continuó hasta el final con sus seminarios en la Maestría en Literatura Infanto Juvenil de la Facultad de Letras (UNR). Nacida en San Genaro pero rosarina de esencia, su título (como si importara) era el de profesora de Letras, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras (UNR).
Luego de mas de 30 años ininterrumpidos de talleres grupales, en el año 2013 le comentó a Colacrai y a varios más que buscaba que alguien la ayudara con los talleres porque ya sentía el cansancio laboral. “Daba talleres de lunes a sábado, y empezamos a probar en un solo taller. Ya cuando se enfermó en 2014, yo empecé a coordinar todos sus talleres, y ella no dejaba de estar igualmente en todos co-coordinando”, repasó Colacrai. Fue tras su muerte que el taller, que se llamaba “Julio Cortázar”, se fue con Alma. Y su discípulo, en marzo de 2016 decidió bautizar a su propio taller, que ya daba hacía un tiempo, con el nombre de su precursora, y muchos de los alumnos “maritanianos” continuaron con él mientras otros buscaron nuevos rumbos literarios.
Los homenajes: una plaza, una calle, y un concurso muy popular
Aunque se mantenía con perfil bajo y poca prensa, luego de 35 años de trayectoria de tallerista, la ciudad le rindió un homenajes pertinente: fue mencionada “escritora ilustre” en 2012 por el Concejo, “distinguida por su valía literaria y en reconocimiento a su trayectoria local, nacional e internacional”, según reza la ordenanza aprobada por unanimidad.
Cuando fue la resolución, la ya distinguida autora y profesora se encontraba en un viaje por España junto a otras amigas escritoras (ver apartado). “No me la esperaba para nada. Me alegró y halagó mucho. No me importan demasiado los premios, pero fue un evento emotivo”, aseguró.
Era noviembre de ese mismo año, y Maritano aterrizaba en la ciudad. Esta periodista la visitó en la cocina de su hogar y de sus talleres. Estaba embelesada luego de un viaje profundo con una caravana teatral gitana en homenaje a su granadino favorito Federico García Lorca, y de recorrer la Alhambra y el Sacromonte. Sus amigas Silvina Tamous, Sandra Siemens y Marcela Atienza temían perderla en La Granada, y volvió “suspendida en el aire”, aseguró Siemens. No existían aun los celulares con Internet ni con mensajería. El entusiasmo era vibrante y contagioso en esa charla entre mates y merienda. El living era un portal a una dimensión de libros y plantas, y entre los estantes se lucían las fotografías de Edgar Allan Poe, Susan Sontag y Oscar Wilde.
Entre las cosas que compartió en aquella entrevista 13 años atrás, Maritano aseguró que su marido fue su primer lector. “Empecé a escribir a los ocho años como consecuencia de tanta lectura en la biblioteca de la escuela que fundó mi padre en San Genaro. Soy una devoradora ecléctica de libros. Y yo quería ser madre de familia. Podría haber estudiado canto, danza, teatro, pero el camino me llevó a la escritura, que era el arte que podía desarrollar en el hogar”.
La plaza Guernica es uno de los lugares de recreo más pintorescos de Rosario. Bajando por Entre Ríos, desde su casa, Robbie no tiene más que hacer dos cuadras y desemboca allí mismo. La plaza, muy bien cuidada, con algunos juegos para los chicos, se diferencia de otras plazas de la ciudad en que su terreno es irregular u ondulado y tiene una barranca que da sobre el río, lo cual le presta una apariencia casi salvaje, sin la simetría característica de las demás.
A Robbie le encanta ir allí a leer o imaginar sus propios cuentos.
Una tarde en que enfilaba para allá, se encontró con Josefina que “casualmente” había salido a la puerta en ese momento. Ondulando como nunca, ella le sonrió y lo saludó con la mano. Él cruzó con su libro bajo el brazo. Tal es el fragmento rememorado por decenas de lectores de El Visitante, la novela más conocida de la autora, ganadora del 1º premio Colihue.
Alma tuvo varios homenajes post mortem. En la pintoresca plaza Guernica que mencionaba El Visitante, ese espacio de forma triangular frente a la barranca del parque España donde cruza con calle Mitre, una placa con su nombre la recuerda en el Paseo Alma Maritano, desde el 2017 y a dos años de su muerte. La placa reza: "Aquí siguen vivas sus historias".
Y lejos del centro rosarino hacia el oeste, en barrio La Cerámica, hay una calle que lleva su nombre desde 2020. Una calle paralela entre la poeta Beatriz Vallejos y la artista Liliana Maresca, así como el pintor Juan Pablo Renzi, la actriz Norma Pons y el tanguero Héctor Palacios. Todas ellas cruzan con los pintores Rubén Naranjo y Raquel Forner. Un archipiélago artístico en un cuadrante de unas pocas manzanas.
También hay un concurso literario provincial que lleva su nombre, que este año tuvo su 5ta edición, y al que se han presentado más de 400 autoras y autores, un número muy importante que refleja el pulso que tiene la escritura en Rosario. Esporas que desprendieron de sus sólidos cimientos de árbol, siguen volando indeterminadamente y dando frutos culturales.
Vanesa Gómez es una de sus tantos ex alumnos. Es escritora, tallerista y profesora de Filosofía. Con Juan Andrés Morales, su pareja, y con Emilio Elisio, es la promotora del concurso nacido en la pospandemia, que en un principio llevaba el nombre de la gran cuentista de la ciencia ficción (y amiga de Alma) Angélica Gorodischer. El cuento ganador fue publicado en una edición especial en papel del diario El Ciudadano, y participaron más de 200 obras. Al año siguiente sus promotores decidieron cambiarle el nombre por el de Alma, “para seguir recordando lo importante que fue ella para la ciudad como formadora literaria”, y ése quedó. Cada año aumentó la cantidad de participantes de todos los rincones de Santa Fe, hasta este año, que fueron más de 400. Y los ganadores van a tener su primera publicación en un libro con ilustraciones.
“Cuando comenzamos a idear el concurso no dimensionábamos lo que iba a crecer –recordó Vanesa Gómez-. En la premiación el pasado 29 de noviembre fue una alegría ver a la gente reunida en un conversatorio en honor a Alma. Cientos de personas, una locura de gente se congregó en el patio de la Biblioteca Argentina. Recién ese día dimensioné cómo creció esta movida que venimos armando”.
Vanesa comenzó el taller de alma de muy chica, a los 16 años. Como todo adolescente, tenía sus rebeldías familiares, y Alma era el refugio: “Yo me iba de casa y me quedaba a dormir de ella, de alguna manera Alma me madreó. Es que ella era muy jovial, se rodeaba de gente muy joven y eso la mantenía viva. Su voz sigue en mi cabeza cuando me leo mis textos y, asiduamente, ella me visita en sueños”. La ex alumna y ahora profesora tallerista destacó: “Con los compañeros que íbamos a su taller coincidimos que somos los Salieris de Alma, porque todos seguimos escribiendo prolíficamente. No creo sea coincidencia ni azar. La formación era muy completa”.
Una saga que trajo generaciones de lectores de todo el país a la ciudad
Como se mencionaba en este artículo, la saga de Robbie, El Visitante fue una historia que maduraba en la medida que los mismos personajes (junto a otros nuevos cada vez) crecían hasta su joven adultez, acompañando la vida de su autora, quien aseguraba que pasaron a ser reales: “La primera pareja infantil aparece en uno de los cuentos del libro ¿Dale que me contás un cuento? se repite en Un globo de luz anda suelto, y entonces fue cuando sus integrantes, Gora y Nicanor, y sus amigos, empezaron a volverse reales para mí, y ya no pude abandonarlos”.
Acompañó entonces con cada nuevo libro, entre el amor, la amistad, la sexualidad, la guerra de Malvinas, el concepto de asamblea, la solidaridad y la participación popular, en tiempos en que la Armada pasaba por las editoriales y requisaba ediciones enteras (quizás porque el género infantil era subestimado).
Desde El Visitante, la saga fue incluida en la currícula del Ministerio de Educación de la Nación para colegios primarios y secundarios en 1984. Fue desde entonces y hasta hace pocos años, un éxito en todas las provincias que no dejó de rodar, llevando a delegaciones de alumnos de primer año del secundario visitar la ciudad cada mes, en viajes auto gestionados, por lo cual no hay un registro que evidencie la magnitud o la cantidad de alumnos que arribaron a conocer las calles y plazas en las que transitaban los personajes. Colacrai, Ballestero, y Tamous, fueron parte de sus cálidos recibimientos.
“Para muchos chicos era el primer libro que leían en sus vidas, y recibió críticas tremendas por parte de profesores y padres, por las malas palabras”, precisó Tamous. Después del recorrido por la plaza Pringles, la Guernica o el parque Independencia, algunos grupos visitaban a la autora o se reunían con ella en la Biblioteca Argentina.
El orden cronológico de la historia completa es Vaqueros y trenzas, El visitante, En el sur, Cruzar la calle, Pretextos para un crimen y Como perros perdidos, para terminar en 2012 con Réquiem para Max. Sus jóvenes lectores, hoy muchos de ellos entrados en la adultez, conocían bien a Inés, Niqui, Robbie y Bernardina. “Los tomé creciditos, 9 o 10 años, en Un globo de luz anda suelto, y ya entonces cientos de chicos de esa edad me escribieron pidiéndome que volviera a reunir a Gora (Inés) y Nicanor, que al final del libro se separaban. Yo también tenía ganas de que volvieran a reunirse. Y apareció Robbie y fue el Visitante”, precisaba la propia autora.
En la novela En el Sur, habló de diversidades sexuales y la condena social, lo que le valió ser prohibida en varias escuelas confesionales; y en la época de los saqueos de 1989 escribió Cruzar la calle. En palabras de la propia Alma sobre la saga: “Todo lo que tengo para decir son estos cuentos. Claro, estos cuentos son producto de mi historia y de cómo decidí vivirla (…). Cuestión que sírvase de leerlos sin ningún tipo de prejuicio y sepa que nada de lo que está escrito es verdad. Tampoco es mentira. Está en ese plano del universo al que no llegaron conceptos como verdad o mentira, realidad o fantasía. Estos cuentos existen en ese lugar del corazón en donde nadie juzga si está bien o mal lo que uno siente, sino que solamente se dedica a sentir".
La voz propia y la voz contestataria
Como se mencionaba anteriormente, no hubo dictadura que amedrentara la necesidad de expresarse de Maritano, sea en sus talleres o en sus libros. En cada uno de los libros de la saga del Visitante hay opiniones críticas hacia el Proceso, incluso en su libro En el sur la tía Bernardina expresaba sobre los nuevos tiempos de democracia “nunca más, nunca más”.
Entre sus publicaciones de literatura para adultos, además de la novela La Voz, Maritano compuso otra en la que recreó el asesinato de la referente de las trabajadoras sexuales Sandra Cabrera, en su libro Las Bufonas. “El ejercicio del poder que alienta la corrupción y el encubrimiento queda al desnudo en esta obra de fuerte peso testimonial. Es la denuncia de un caso real ocurrido en Rosario”, dice la crítica de esa obra.
Entre sus primeras publicaciones, sino la primera, se encuentra el libro de cuentos La cara de la infidelidad, 1971 (ediciones Crisol). Un ejemplar humedecido y de hojas amarillentas, ya sin tapa, es conservado en los entrepisos de la Biblioteca Argentina de Rosario. Se trata de un ejemplar que pertenecía a su amiga “la Gorodischer”, donado por los familiares tras su fallecimiento. El tesoro que se encuentra en ese ejemplar raído es incomparable: una dedicatoria de Alma para Angélica. Tesoro que al abrir su primera página, trae de regreso un encuentro cósmico de 1977 (cual biblioteca del film Interestellar) en el que dos potencias (como autoras rosarinas) se saludan:
Aclaración: para guardar en el más escondido estante de la biblioteca, y no leer en ningún caso, ni soborno ni chantaje.
(En medio de los valores del champán en un ágape en casa de la que suscribe, un 8 de marzo del 77, y obviando lúgubres y lúdicos epítetos).
Para Angélica Gorodischer cuya mayor habilidad son los fideos a la manteca negra, en nombre de una amistad (¡guarda las toscas!) a instancias de la literatura. Para que aprenda a escribir cuentos, y se deje de hablar al cuete. Quedando a sus gratas órdenes.
Alma Maritano
La escritora Gloria Lenardón recordó que colaboró durante algunos años en su taller literario: “Junto con Nora Hall completamos su equipo, en los primeros años de la década del ochenta. Mi amistad con Alma amplió mi biblioteca. Era una lectora tremenda. Yo traté de seguir sus pasos contra viento y marea. Antes había formado parte de un grupo que leía bajo su coordinación y con total libertad, libros que había prohibido la Dictadura. Muy valiente Alma, abría el taller desafiando la prohibición, aunque ella advirtiera, y el grupo también, que había un par de alumnos que nada tenían que hacer ahí”.
Ballestero coincidió con Lenardón en su relato: hubo al menos un alumno del Servicio Secreto, y así lo recordó: “En el taller de los lunes apareció un día en pleno Proceso un nuevo alumno vestido de traje, rarísimo, que no abrió la boca. A la tercera clase, estábamos trabajando textos de Jorge Luis Borges, y se quedó dormido, ¡Imaginate! No volvió a aparecer. Después supimos que era un agente de los servicios. Menos mal que justo estábamos dando Borges, y no Lorca ni Cortázar. Y como ella tenia un modo suave de hablar, se ve que no despertaba suspicacia”. Subestimada esa voz contestataria que reverbera en los recuerdos de su gente, y sus lectores.
Los escritores y escritoras cercanos entrevistados para esta evocación señalaban que la búsqueda desde su docencia era la búsqueda de la voz propia para cada uno de sus alumnos-autores. Ellos además coincidieron en destacar la profunda admiración que Maritano sentía por Federico García Lorca y por José Saramago. Con Lorca, una vez casi se fue de este mundo antes de tiempo, según precisó la reconocida Sandra Siemens (nominada al premio Hans Christian Andersen 2026, el Nóbel de la literatura infantil).
Sandra recordó que la primera vez que Alma Maritano se descompensó, estaba de vacaciones junto a su hija en la costa. “Ella no sabía de su dolencia, y recuerdo que nos contó que al subir a la ambulancia que llamaron, vio en el cielo la luna roja, y pensó 'si me voy a morir, va a ser mirando la luna de Lorca'. Era así de graciosa”.
Y con Saramago entabló una amistad de años, en la que ambos se visitaron. Se conocieron cuando él vino de visita a Buenos Aires. Luego él vino al Congreso de la Lengua de Rosario junto a su pareja, y allí se encontraron en lo de Alma, y ella fue a visitarlos en Portugal. Era tal su admiración que expresaba su agradecimiento por haber sido su contemporánea y tenido la oportunidad de leer sus libros. Era su Lionel Messi personal.