Entre los principales -que por supuesto son propios de la edad- se cuentan la disminución de la producción de las hormonas encargadas de retener agua y sal, condición que genera una mayor pérdida de orina; la alteración de los mecanismos cerebrales que regulan la sed; y la disminución del nivel de agua que contiene el cuerpo debido a que en los ancianos hay mayor proporción de tejido graso que muscular magro.
"En los ancianos la deshidratación puede presentarse de varias maneras, muchas de las cuales son inespecíficas e inclusive atípicas. Lo más frecuente es que la deshidratación se manifieste con una alteración del estado mental habitual pudiendo observarse confusión, somnolencia o apatía. Por otro lado, las caídas pueden ser un signo de deshidratación a esa edad", expuso en un informe el doctor Silvio Payaslian, médico especialista en Clínica Médica.
En este sentido vale destacar que a diferencia de lo que ocurre con los niños o los adultos jóvenes, en los ancianos la sequedad de la piel y las mucosas no son signos de deshidratación.
Al margen de la temperatura, según el doctor Payaslian, "el riesgo de deshidratación se encuentra magnificado en los ancianos si el paciente presenta alguna alteración mental como por ejemplo la demencia o bien si está postrado, porque en esas situaciones a los factores biológicos descriptos se agrega la necesidad de un tercero para la provisión del agua”".
"Finalmente, cabe señalar que el uso de diuréticos que es algo muy frecuente en la tercera edad, también genera un mayor riesgo de deshidratación", concluyó el especialista y agregó: "es importante tener en cuenta que ante cualquier cambio o alteración en el estado mental del anciano se debe llevar a cabo la consulta con el profesional médico porque una intervención rápida en un paciente deshidratado puede prevenir un cuadro de mayor severidad".
Fuente: Pro Salud News