Como se ha visto con claridad en tres recientes amenazas sanitarias globales: la neumonía atípica asiática (SARS), la gripe aviar y la gripe A, las características de la sociedad mediática globalizada agravan las consecuencias negativas de estas amenazas, señala la autora. Y aclara: “en esta sociedad se diluyen conceptos tan importantes para la ubicación como centro y periferia, próximo y lejano, real e hipotético. La instantaneidad en la comunicación permite vivir como próximas amenazas que pueden ser lejanas”.
De esta forma, cuando un acontecimiento acapara la atención global tiende a crecer “como una bola de nieve por el efecto mediático, de manera que cualquier amenaza percibida como grave para la salud puede provocar un tsunami de reacciones en todo el planeta, como hemos visto en las últimas crisis sanitarias”.
Con su tendencia a la espectacularidad, advierte la periodista, “presentar como certezas lo que sólo son hipótesis y a situarse siempre en el peor escenario posible, los medios de comunicación contribuyen de forma poderosa a crear unas dinámicas que generan alarma social”.
“Como hemos visto en las últimas crisis, el miedo a la pandemia puede causar más daños que la propia pandemia”, escribe Pérez Oliva en el texto cuya versión completa puede descargarse en http://www.fundacionmhm.org/revista.html
La necesidad de anticipar el futuro en una estructura política que decide en clave de presente inmediato conduce muchas veces a aplicar políticas preventivas desmesuradas o injustificadas. No obstante, “la nueva cultura de la urgencia conduce con frecuencia a decisiones compulsivas y con frecuencia erróneas, de las que en el ámbito de la salud tenemos elocuentes ejemplos”, advierte.
Y concluye: “la cultura de la prevención ha dado frutos muy positivos, no cabe duda, en la mejora de la salud y la calidad de vida. Pero hay también una prevención insana. La obsesión por la salud, por evitar el sufrimiento o la enfermedad, puede convertirse en una nueva patología social. Consumimos salud como consumimos cualquier otra cosa y al final podemos acabar convertidos en consumidores de salud consumidos por nuestra obsesión”
Fuente: Observatorio de Comunicación y Salud – Universidad Autónoma de Barcelona