Se estima que en el mundo hay 300 millones de personas con asma y que más de 5 millones de argentinos padecen esta afección pulmonar crónica que trae serias consecuencias a la salud si no es tratada. Sin embargo, muchos de ellos ignoran su enfermedad y apenas el 8% de los afectados recibe un tratamiento adecuado que previene las crisis asmáticas, internaciones e incluso la muerte por asma. Es decir que aproximadamente nueve de cada diez argentinos con asma, no reciben un tratamiento correcto.

Otro problema radica en que la prevalencia (número de enfermos en una población dada) de la enfermedad está en aumento, en particular en sociedades que adoptan estilos de vida occidentales y se urbanizan. En 2025 se cree que el número de afectados llegará a los 400 millones.

El principio básico para el correcto tratamiento de cualquier patología crónica ya sea asma, diabetes, hipertensión, dislipemias entre otras, es contar con un paciente adecuadamente educado. Es decir, es absolutamente necesario que conozca a fondo las características de la enfermedad que padece, las posibilidades terapéuticas, reconocer signos de empeoramiento para una rápida intervención, etc. De esa manera, se logra un mayor compromiso de parte del paciente en el tratamiento de su enfermedad, colaborando activamente con los profesionales que lo tratan, cumpliendo adecuadamente con los regímenes terapéuticos que se le administran, efectuando consultas en el momento adecuado, etc.

En el caso del asma, lamentablemente aún se utilizan eufemismos para llamar a la enfermedad, tales como “bronquitis alérgica”, “principio de asma”, “broncoespasmos”, “BOR”, “alergia bronquial”, entre otros. Eso motiva que muchas veces el paciente llegue a la consulta especializada luego de padecer la enfermedad durante años sin un tratamiento adecuado, lo que le hubiese evitado la afectación en la calidad de vida que viene acarreando desde hace tanto tiempo.

El asma es una enfermedad pulmonar crónica, inflamatoria, caracterizada por problemas respiratorios recurrentes y síntomas como falta de aire, silbidos en el pecho, sensación de opresión torácica y tos.

Durante la respiración normal el aire fluye libremente dentro y fuera de los pulmones, pero cuando el asma no está controlada, las vías aéreas pulmonares se encuentran engrosadas e inflamadas, se tornan excesivamente sensibles a los cambios ambientales y puede producirse una crisis. En el ataque de asma, las paredes de las vías respiratorias se hinchan, los músculos que las rodean se contraen y la mucosidad obstruye las pequeñas vías aéreas de los pulmones, dificultando la respiración.

Los síntomas pueden variar, aumentando por la noche o en las primeras horas de la mañana. La severidad del asma también varía según el individuo. El diagnóstico se realiza en forma clínica y se requiere una espirometría para mensurar la intensidad de la obstrucción y la respuesta a los broncodilatadores.

La espirometría es un estudio muy simple que consiste en soplar por una boquilla para registrar el paso del aire por los pulmones. La espirometría es tan importante en el diagnóstico y tratamiento del asma como lo es el tomarle la presión a un paciente con hipertensión o controlarle los niveles de azúcar en sangre a un diabético. El estudio AIRLA demostró que en Argentina, el 32% de los asmáticos nunca había realizado dicho examen.

Si bien las causas del asma no se conocen bien y el aumento de su prevalencia en el mundo preocupa y desconcierta a los científicos, lo que sí se ha comprendido mejor es la crisis de asma.

Los asmáticos sufren de inflamación crónica en los pulmones y sus vías aéreas se estrechan con mayor facilidad que las de quienes no sufren de asma ante ciertos factores desencadenantes o disparadores tales como alergenos inhalados (ácaros, pólenes, pelo y caspa de gato y perro), humo de tabaco, aire contaminado, ejercicio físico, fuertes expresiones emocionales (como reír o llorar intensamente), irritantes químicos y determinadas drogas (aspirina y beta-bloqueantes). Cada persona con asma reacciona a diferentes factores.

Es frecuente en la infancia y representa la afección crónica que causa más ausentismo escolar. En la Argentina, las cifras del estudio ISAAC señalaban que en 1996, el 15,4% de los niños de 6 y 7 años de Buenos Aires y Rosario, y el 11,8% de los de 13 y 14 años tenían asma, mientras que en Córdoba el 11,2% de los chicos de 13 años eran asmáticos en 1997. El mismo estudio repetido cinco años después demuestra que la situación no ha mejorado y en algunas ciudades el número de asmáticos tiende a aumentar.

Muchos médicos generalistas no están lo suficientemente alertas para detectar el asma y si la descubren, muchos no la llaman por su nombre tal y como se mencionaba previamente. Eso hace que el paciente no sea consciente de la enfermedad que padece ni cumpla los tratamientos como corresponde. Esto pasa en adultos y quizás más aún en pediatría, cuando se evita rotular a un niño como asmático por toda la “carga negativa” que acarrea esta palabra desde hace años.

Muchos médicos también ignoran los nuevos paradigmas en el tratamiento del asma y la importancia de alcanzar el control de la enfermedad; y no menos importante es que más de la mitad de los pacientes no adhiere al tratamiento. Los adolescentes son los pacientes que menor grado de cumplimiento tienen cuando deben realizar medicación preventiva a largo plazo.

Por otra parte, los médicos muchas veces no enfatizan la importancia de evitar las crisis asmáticas y los pacientes no conocen la gravedad de su enfermedad cuando no está bien controlada. Esta es una problemática universal. La única forma de mejorar el tratamiento del asma es optimizando la capacitación del equipo de salud y la comunicación entre médicos y pacientes.

Tratamientos disponibles

La Iniciativa Global para el Asma (GINA, por sus siglas en inglés), una organización creada en 1993 en colaboración con la OMS y el Instituto Nacional de Corazón, Pulmón y Sangre e Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, elaboró una guía denominada Estrategia Global para el Manejo y la Prevención del Asma (Global Strategy for Asthma Management and Prevention). La estrategia requiere cuatro componentes:

1. Desarrollar una sociedad paciente/médico.
2. Identificar y reducir la exposición a factores de riesgo.
3. Evaluar, tratar y monitorear el asma.
4. Manejar las exacerbaciones (crisis) del asma.

Para lograr el control, las personas necesitan tener un correcto diagnóstico, tanto de la enfermedad como de severidad, acceso a medicamentos efectivos y a una educación que les permita aprender a tomar sus medicamentos, a evitar factores de riesgo o “disparadores” que agravan el asma y a actuar en caso de que los síntomas empeoren.

La mayor parte de las personas con asma necesitan dos clases de medicamentos: los de control (en especial agentes antiinflamatorios tales como los antileucotrienos y los corticosteroides inhalados), que se utilizan diariamente a largo plazo para prevenir la aparición de síntomas y ataques y los de rescate (broncodilatadores de acción rápida), que deberían tener a mano en todo momento para tratar ataques o aliviar rápidamente los síntomas.

El uso de medicamentos broncodilatadores, aumenta cuando el asma no está controlada y disminuye gradualmente cuando se logra un buen control sostenido de la patología.

Si bien los broncodilatadores y los esteroides inhalatorios son la terapéutica de primera elección para el tratamiento farmacológico del asma, aproximadamente un 10% de los asmáticos son severos y no responde adecuadamente a dicha modalidad terapéutica

Los pacientes con asma crónica severa tienen una marcada disminución de la calidad de vida y generan elevados costos directos e indirectos para su tratamiento. Se estima que aproximadamente el 50% de los costos para tratamiento del asma se utiliza para tratar el 10% de pacientes que presentan asma severo, mientras que sólo el 20% es para tratar el 70% con asma leve.

La Organización Mundial de la Salud estima que existe una marcada pérdida de años de capacidad de trabajo y aún de vida debido al inadecuado control del asma, estimando en más de 6 millones, el número de pacientes en el mundo que se encuentran en esta condición.

Para aquellos pacientes que padecen de este tipo de asma (de difícil control), existen nuevas terapéuticas, algunas disponibles en nuestro país desde hace unos años, tal como omalizumab, un anticuerpo monoclonal anti inmunoglobulina E y otros que aún se encuentran en fase de estudio, pero que seguramente en breve estarán disponibles para su utilización.

En conclusión, a pesar de que esta enfermedad no tiene cura, puede ser tratada efectivamente. Las investigaciones muestran que bajo un tratamiento adecuado, prácticamente todos los pacientes pueden lograr y mantener un buen control del asma, lo que les permite participar normalmente de actividades escolares, laborales, deportivas y sociales.

Dr. Ledit. R. F. Ardusso
Profesor Adjunto Patología Médica II
Cátedra Neumonología, Alergia e Inmunología
Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Rosario