El padre Osvaldo Buffarini, acusado de haber desaparecido tras dejarle a la Iglesia rosarina una deuda millonaria –una de las razones que impulsaron, bajo órdenes del Vaticano, la evaluación del obispo emérito de Mendoza, José María Arancibia–, rompió el silencio. “No tengo nada que esconder”, aseguró. Aunque admitió que contrajo una deuda, aclaró que fue a título personal para realizar obras en su parroquia y que de ninguna manera la suma alcanza los dos millones de pesos como indicaron versiones periodísticas.

“Soy un pecador, no un corrupto”, dijo el sacerdote, ex titular de Cáritas, que supo estar al frente de distintas misiones en Arroyo Seco y Rosario. En diálogo con A Diario, el programa que conduce Alberto Lotuf por Radio 2, Buffarini explicó que pidió diversos empréstitos para mantener las obras pero que por “ser demasiado confiado” finalmente no pudo hacerles frente.

“Las cosas me salieron mal. Yo pensé que podía salir”, dijo el religioso quien indicó que intentó responder con su propio patrimonio y que finalmente el año pasado tuvo que declarse en quiebra.