De Washington a Texas. El ahora ex presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y su esposa Laura, abandonaron Washington para dejar atrás una etapa que ha llenado ocho años de su vida y comenzar una nueva, ya como ciudadanos comunes, en su residencia familiar de Texas.
Bush partió sobre las 19 de la base de las Fuerzas Aéreas Andrews, en las afueras de la capital, a bordo del avión presidencial, que cambió para la ocasión su nombre de "Air Force One" a "Special Air Mission 28000".
El despegue del avión apenas recibió atención de los estadounidenses ni de los medios de comunicación, centrados en el histórico momento que vivía el país al convertirse Barack Obama en el primer presidente afroamericano y en el 44 mandatario de EE.UU..
El fin del mandato de Bush lo marcó la jura del nuevo presidente, pero quizá el momento más simbólico del traspaso de poder fue cuando Obama y la primera dama, Michelle, le despidieron en las escalinatas del Capitolio, donde le esperaba el "Marine One", convertido temporalmente en "Executive One" para llevarle a la base de Andrews.
Los dos hombres, acompañados por el vicepresidente, Joe Biden y su esposa Jill, se fundaron en un caluroso abrazo. Bush se subió las escaleras del helicóptero y se despidió de Washington con un saludo y una sonrisa.
El momento que mejor describe el sentir de los estadounidenses ante el cambio de poder tuvo lugar cuando Bush apareció en las escalinatas del Capitolio para asistir a la investidura de Obama.
Su llegada fue acogida con un gran silencio en las gradas y con fuertes abucheos entre las masas en el Mall.
La reacción de los ciudadanos anticipó lo que iba a pasar después, en el momento de su salida, cuando sobrevoló la ciudad, en la que casi dos millones de personas presenciaron la investidura de su nuevo presidente.
Lo más probable es que el ex presidente no lo escuchara por el ruido de las hélices, pero abajo, en el extenso Mall, los ciudadanos le saludaron. Algunos, quizá, con cierta nostalgia ante una era que se acaba. Los más, por todo lo contrario, a juzgar por lo que dicen las últimas encuestas. Sólo un 22 por ciento apoyaba su gestión.
Hubo más que uno que gritó "hasta nunca" o entonó junto a otros muchos conciudadanos o extranjeros un sonoro y alegre "goodbye".
Fue una despedida cargada de simbolismo, pero Bush, aparentemente poco afectado por el pésimo nivel de popularidad, soportó todas las actividades del día con una sonrisa.
Su jornada comenzó pronto. A las siete de la mañana ya estuvo en el Despacho Oval. Habló con la entonces todavía secretaria de Estado, Condoleezza Rice, el consejero de Seguridad Nacional, Stephen Hadley, y con Andy Card, ex jefe de Gabinete, y se paseó por última vez por los jardines de la Casa Blanca.
Su ex portavoz, Dana Perino, afirmó que estaba "optimista" y que era como siempre. "No ha cambiado", dijo. Bush se despidió de ella con un beso en la frente.
Biblioteca
Mientras se abre una nueva página para Obama y EEUU, Bush tendrá por primera vez en ocho años tiempo para descansar, disfrutar de la libertad que ha recuperado y hacer lo que le plazca.
En su nueva vida, como ciudadano de a pie, no se aburrirá. Dedicará su tiempo en buena parte a la biblioteca y el museo presidencial que acogerá la Universidad Metodista del Sur (SMU), en Dallas (Texas).
Fuente: EFE