Virginia Giacosa
"Salgo de break: me tengo que desloguear y loguearme, y desloguear y loguearme otra vez… el logueo, en un call center, viene a ser el correlato de la existencia. Logueate, porque si no, nunca estuviste aquí. Podés trabajar todo el día, hacer las cosas bien, hacer las cosas mal, correr desnudo por el pasillo o morir allí mismo, que si no te logueaste, flaco, no me jodas, vos no viniste. Puede suceder también que por error te loguées con la clave de otra persona y lo que trabajes ese día, ¿adiviná quién lo va a cobrar? El control es control digital, no le pidas delicadezas”. Quien narra esa imagen de lo que es la presencia y la ocupación del espacio físico y temporal dentro de las llamadas fábricas de charlas es Alejandro Seselovsky, un periodista de la revista Rolling Stone.
Convencido de los elementos que le brinda al cronista el estar en contacto directo con la realidad, Seselovsky decidió disfrazarse de telemarketer durante un mes para relatar día por día a través de un blog las vicisitudes y devaneos de los miles de jóvenes que ingresan al mercado laboral por la puerta de los call centers.
En mayo pasado Seselovsky decidió internarse treinta días en uno de esos sitios que desde los años 90 proliferaron en el país. De lunes a viernes a las seis de la mañana el periodista se alistó para entrar a su box, se atornilló los headset o airuculares a la cabeza y atendió a miles de clientes españoles que tenían problemas con su teléfono móvil sin que supieran que se trataba de un falso empleado con asentamiento en un edificio del microcentro de Capital Federal, Argentina. “Vodafone, buenos días. Mi nombre es Alejandro. ¿En qué puedo ayudarle?”, fue el mantra o sonrisa telefónica que el periodista de la Rolling Stone ensayó y repitió durante todo un mes para poder colgar día a día en septiembre las crónicas a un blog que se dejará de actualizar cuando llegue el día 30.
Mi nombre es...
El trabajo de teleoperador es el emblema del empleo joven global. Es que es una de las puertas de entrada al mercado laboral para muchos chicos y chicas de entre 20 y 30 años que estudian y se ganan un buen sueldo con este tipo de empleo.
El del telemarketer es uno de los nuevos oficios y está fuertemente vinculados a países como Argentina, con altos niveles de capacitación –la mayoría de quienes trabajan manejan dos o más idiomas–, de desocupación y con un tipo de cambio que permita salarios bajos en términos relativos en dólares.
Vinculados a las áreas de servicios, los call center, ofrecen trabajo a miles de jóvenes en el mundo, convirtiéndose en el área más dinámica del empleo joven en lo que va de la década, ya que con un trabajo de ocho horas los telemarketers pueden llegar a cobrar entre 1.000 y 1.200 pesos de básico con un bonus o premios que va de cero a 300 pesos según la atención y el cumplimiento del empleado.
Entre el 2001 y el 2006, la industria argentina de telemarketing creció siete veces. En 2002 había 5 mil teleoperadores. En 2006, 36 mil y el 2007 va a terminar con 45 mil.
A la lista que conforma Argentina se suman otros destinos que están orientados fuertemente y promocionan esta actividad como la India, Filipinas, Marruecos e Indonesia. Entre las premisas que establecen los manuales de formación de los teleoperadores sobresale aquella que prohíbe al empleado del call center revelarle al cliente el lugar donde se encuentra trabajando por razones de seguridad. "¿Debe tener que ver con que a un cliente español le disguste que su empresa negrée jóvenes precarizados del tercer mundo y que aproveche sus economías devaluadas para pagar un tercio de lo que debería pagarle a un joven español que lleva el acento como Dios manda y qué joder?", se pregunta Seselovsky.
Es que para que los que están del otro lado de la línea no se enojen con los sudacas que atienden de este lado, los teleoperadores deben utilizar a pedido de los team líder un tono neutral, aprender vocablos como "vale" o "venga", "terminal" en vez de "celular", "cupón de recarga" en lugar de "tarjeta de recarga" y "descuento" por "bonificación".
Esto le permite a un empleado porteño o rosarino trabajar en un centro de atención al cliente en la recepción de llamadas desde España, lo que convierte al call center en un centro de flexibilización. Es que los jóvenes de Argentina cobran menos que lo que las empresas deberían pagar en Europa por la misma labor. En el país se registra uno de los salarios más bajos a nivel mundial, para esta actividad. Se estima que en Córdoba se abona 2,50 dólares la hora, en Capital Federal 3 dólares la hora, en Ciudad de México 4,25, en Costa Rica 5,25 y en Chile trepa a 5,60.