El dato de que los Lanatta y Víctor Schillaci estaban en una zona rural de la provincia de Santa Fe lo manejaba desde ayer Gendarmería, que a la noche consiguió la orden de allanamiento del juez Sergio Torres. A las 7, los efectivos de la fuerza nacional irrumpieron en la casa donde creían que estaban los prófugos. Pero no, no estaban allí, sino en un galpón vecino.

Cuando los gendarmes dejaban la casa que habían allanado, decepcionados por el fracaso del operativo, vieron a tres hombres en una plantación de soja. Dieron la voz de alto, y los tres hombres respondieron: “Alto policía”. Tenían ropa similar a la de la Policía Bonaerense.

Se produjo entonces un primer escape a pie. Hasta que en un momento Schillaci se dio vuelta y apuntó a los gendarmes: estaban a 30 metros y llegaron a estar a 15. Gendarmería no disparó, pero sí lo hizo Schillaci, que es instructor de tiro e hirió a un gendarme en un brazo.

Luego, según la información que pudo recabar el periodista Hernán Funes, los prófugos redujeron a los gendarmes y hasta les robaron armas.

El segundo tiroteo ya fue en la ruta, cuando los prófugos estaban en un vehículo robado. Una vez mas lograron escapar. Eran cerca de las 9.30.

Hasta allí, sólo Gendarmería participó de la persecución. La fuerza nacional estaba convencida de que estaba en condiciones de cerrar el tema a la mañana.

En el Ministerio de Seguridad de Santa Fe había molestia, pues recién después de ese segundo tiroteo recibió la notificación de que se perseguía a los prófugos en la provincia. Fuentes de Gendarmería argumentaban que no tenían señal.

En la cartera que conduce Maximiliano Pullaro se lamentaban, pues recién después de ese aviso se armó el operativo cerrojo con la policía santafesina. Demasiado tiempo pasó, decían. Acaso suficiente para que los prófugos dejaran la provincia.  

Sin embargo, a media tarde, fuentes de las fuerzas de seguridad decían que eso no pasó. Y no perdían las esperanzas de encontrarlos de a pie, en algún campo de la zona de Matilde.