La aparición del lenguaje marca uno de los hitos más importantes dentro de la evolución del hombre, desde sus estadios más lejanos prehistóricos, a lo que es en la actualidad. Allí, la palabra inició un camino que permitía una progresiva interrelación humana. Como todos los progresos, en esa evolución también aparecieron las desvirtuaciones del avance, que tiraban en sentido contrario, desvirtuando al crecimiento cerebral, que había hecho posible ese nacimiento.
Comunicaciones humanas
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Existía más tiempo para la relación y las comunicaciones entre humanos fueron de comienzo, siempre bipolares. Un polo efector y otro receptor, hacían que el lenguaje sirviera para que ambas partes, intercambiaran lo que cada una de ellas entendía, sabía, o al menos suponía saber. Pues a no dudarlo, cada una de las partes puede saber algo que la otra no sabe. Sería el enriquecimiento que le brinda al ser humano la diversidad del pensamiento y las acciones que le siguen.
Pero como dice el biólogo y neurocientífico Humberto Maturana, ese lenguaje, que debiera ser siempre comunicación bipolar, se transformaba en muchas oportunidades en simple "lenguajeo", donde el parlante no escuchaba, sino que solo hablaba.
Desperdiciaba de esta manera el aprovechamiento de los conocimientos del otro y solo se escuchaba a sí mismo, embelezado en un ejercicio narcisístico de alto nivel, que impedía su propio crecimiento, sin que se diera cuenta de lo que pasaba, pues estaba extasiado escuchándose. Algo similar en el crecimiento de nuestra especie, pasó con la genitalidad, cuando ésta se transformó en sexualidad.
Hasta se produjo un cambio en el acoplamiento de la pareja, y la misma se comenzó a realizar de frente y cara a cara. No ocurría lo mismo en las especies animales, donde en la cópula, ambos géneros estaban el uno de espaldas frente al otro.
Con la aparición de progresos en nuestra especie, la incorporación y agrandamiento de las áreas afectivas, la genitalidad animal fue dando paso en el ser humano, al nacimiento de la verdadera sexualidad. Esto no implica que se conserven en la especie, restos de esa parte instintiva, donde la genitalidad es mucho más frecuente que la verdadera sexualidad.
Es obligatorio que dejemos definitivamente de hablar de enfermedades de transmisión sexual y las denominemos de transmisión genital, ya que la sexualidad lleva implícita el afecto y el cuidado del otro o la otra, o al menos el respeto, y por lo tanto ese cuidado en la práctica de la pareja, no puede transmitir enfermedades, salvo en los casos s de ignorar ser portadores de las mismas.
Aun en este caso, quien ama o siente afectos por su pareja, mide sus acciones para evitar los daños que puedan nacer del acto sexual. En estos momentos de escasas comunicaciones verdaderamente humanas, que han sido reemplazadas por las relaciones utilitarias, existe un predominio de la genitalidad sobre la sexualidad, como también ocurre con las comunicaciones humanas, que mantienen al Hombre incomunicado con los demás, sino aun lo que es peor, con sí mismo.
Por más grande que sea el conocimiento y aun habiendo una magnífica articulación del lenguaje, para expresar el saber, este puede llegar a saturar al receptor, que se encierra en sí mismo bloqueándose y solo oye voces, como desde la lejanía, que no llegan a ser escuchadas e interpretadas. No fue en vano que Erich Fromm escribiera ese hermoso libro titulado "El arte de escuchar".
¿A quien no le ha pasado estar frente a personas llenas de conocimientos y buenas intenciones (o al menos en apariencia), que solo trasmiten sin esperar alguna respuesta o pregunta? Privan al otro de aprender y se privan a sí mismas de saber algo del otro. Los conocimientos son solo de superficies y no de estructuras, lo cual lleva muchas veces a grandes frustraciones y desilusiones, cuando descubrimos en el otro cosas que ignorábamos, a pesar de estar relacionados.
No se suelen preguntar ¿me están escuchando? ¿Es posible imaginar el progreso en el diagnóstico de las enfermedades, cuando al enorme progreso tecnológico le podamos sumar el arte de escuchar e interpretar todo lo que nos dicen los pacientes, que son los reales dueños de las verdades sobre la enfermedad?
El lenguaje ha sido un maravilloso avance, pero se haría mucho más maravilloso, si no existiera una disociación entre la articulación de las palabras y las acciones que lo suceden. Los hijos suelen aprender tanto o más observando las acciones de sus padres y/o sus maestros, que escuchando las palabras o discursos.
Para evitar la técnica del embaucamiento a que el ser humano es sometido a diario, es necesario hacer nacer dentro de uno el juicio crítico, sobre todo aquello que leemos o escuchamos desde los distintos medios, o de la misma sociedad. Cuando nuestra individualidad se ha mantenido en periodos infantiles del crecimiento (muchas veces no bien relacionadas con el grupo etario al cual se pertenezca), somos presas fáciles de quienes manejan el discurso, y así nos ha ido. Hasta estamos predispuestos al aplauso fácil, con la puesta en marcha solo del área emocional o instintiva.
Las disociaciones entre ambas, acciones y palabras, son creadoras de estados esquizofrenizantes, sobre todo para aquellos que están en un proceso de crecimiento, y nos hacen vivir en permanente paranoia y desconfianza, que si bien muchas veces es real y necesaria como mecanismo de defensa, muchas otras veces se ha convertido en nuestra propia patología, que no nace desde fuera nuestro, sino de nuestro propio interior.
No escapará al lector, que quienes ambicionan el poder, manejan con enorme habilidad este "lenguajeo", ya profesionalizado, que les permite acceder al mismo, desvirtuando al lenguaje en continuas violaciones hechas al mismo, con las acciones diarias que realizan. De esto nace la necesidad de hacer funcionar todas las áreas de que dispone el pensamiento, cuales son el juicio crítico, el intelecto, la emocionalidad y la afectividad. Por separado, tienen un pobre efecto para el crecimiento de una sociedad.
Cuando el intelecto se convierte en un factor de dominación sobre los demás, es porqué está ausente el juicio crítico y la afectividad. Cuando predomina la emocionalidad, sin las otras condiciones, tenemos algo que nace de la parte más arcaica cerebral y se convierte en mera sensiblería, que es lo que a diario se ve, sobre todo en los flashes televisivos que tienden a impresionar la retina y no a la corrección verdadera de la enfermedad Social.