Beatriz no sabe qué es una posición adelantada ni cómo ni porqué se cobra un penal. Reconoce que no entiende mucho de fútbol y que no va muy seguido a la cancha. Sólo lo hace cuando él, la Fiera, juega en casa, en Rosario. Cuando lo ve pisar el césped sigue cada uno de sus movimientos, como hizo toda la vida. Con Maxi concentrado en Brasil, a punto de disputar su tercer Mundial y representar una vez más a la celeste y blanca, su abuela recordó por Radio 2 la primera vez que lo vio vestido, de pies a cabeza, de rojo y negro. Una historia de luchas, tristezas, esfuerzo y amor. Una historia, en fin, de familia.
Maxi nació el 2 de enero de 1981 y su relación con la pelota empezó muy poco después. “No tenía más de 3 o 4 años cuando mi marido (José) lo empezó a llevar a Malvinas (el espacio de infantiles de Newell´s ). Tengo tan presente la imagen, cuando le agarró la manito y se lo llevaba. Él tan menudito, con la ropa de Ñuls y mi marido que es alto, mide 1,80”, rememoró emocionada Beatriz en diálogo con A Diario, el programa que conduce Alberto Lotuf y que ella, aseguró, no se pierde un sólo día.
“Tengo un esposo, una casa, tres hijos, 8 nietos, 5 bisnietos y una radio que nunca se cambia de dial”, apuntó la abuela de la Fiera.
Hijo de madre soltera, Maxi se crió como el bebé de la familia, rodeado de tíos y primos. Su papá, cuando se enteró que Claudia lo esperaba en su panza, no quiso saber nada y dio el portazo. Beatriz contó que jamás supieron nada de él pero confesó que siempre tuvo miedo que algún día apareciera y se lo llevara. Por eso, admitió, cuando era chiquito lo llevaba en brazos a todos lados.
Conmovedor relato: recuerdos de la abuela de Maxi Rodríguez
Con el jugador a punto de disputar su tercer Mundial, su nona Beatriz recordó por Radio 2 la primera vez que vio a la Fiera vestido, de pies a cabeza, de rojo y negro. Una historia de familia con los hábitos que el fútbolista aún conserva. Escuchá la nota
“Ibamos a upa a hacer los mandados”, señaló Beatriz que no oculta su adoración por su nieto, a quien, entre muchas cosas, le instauró el hábito de ingerir una manzana después de comer.
“Terminamos de comer, y él siempre me pide, «nona pelame una manzana» y ya está grande”, bromeó. Además, relató que cada vez que se junta la familia, ella se sienta en la punta de una larga mesa de hasta 20 comensales. “Un familión”, lo describe.
Y es que, los Rodríguez no estaban rodeados de lujos. Apenas dio a luz a Maxi, Claudia siguió trabajando como enfermera en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela. Largos turnos, horas extras. Así fue que los abuelos hicieron las veces de papá y mamá cuando ella no podía.
“Logré algo de él –dijo orgullosa Beatriz–. Hice una buena familia, a los ponchazos. Una vez le pregunté, ¿te diste cuenta hasta dónde llegaste?”.
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