Las dos primeras partes del título se corresponden con todo lo vivo, sea biológico, psicológico o espiritual, mientras que la última parte no corresponde a lo biológico, ya que la misma carece al menos, de movilidad visible o apreciable. A cada instante, lo que muere, va dando nacimiento a algo nuevo. La reproducción celular, cuya comprensión viene desde Virchow, cuando este expresara “toda célula viene de célula”, puso en claro estos conceptos; la parte que se divide da origen a dos nuevas células, y deja de ser lo que era, por lo tanto se muere, aunque trascienda en su descendencia.
La parte psicológica o espiritual, puede en cambio sufrir el proceso de cosificación, como si fuera algo perteneciente al mundo inorgánico, permaneciendo sin modificaciones llamativas, que muestren crecimiento o decadencia.
Ocurre cuando las personas quedan pegadas de manera definitiva, mediante ataduras de diferentes tipos, que por lo general los transforman en pasado-dependientes ancestrales, de dogmas, partidocracias mandantes desde los poderes del Estado, o de burocracias dominantes extra-estado, como ocurre actualmente, frenando la tendencia a la universalización Goethiana, que nos podría llevar a estar honrados, algún día, de pertenecer a la especie humana. En épocas pasadas predominaban en esa captura de la voluntad del hombre, que le evitaba ser libre e independiente, los Dioses y los Reyes, que muchas veces compitieron entre sí por el poder.
Los estudios realizados por Erich Fromm, en su magnífica obra “El corazón del hombre” sobre este tema, de los cuales me nutro, por ser un gran paradigma en mi vida, describen estos movimientos de la biología, de la psicología o de la espiritualidad, enmarcando las tendencias posibles en la vida de los que pertenecen a nuestra especie, en dos grandes síndromes, que se van conformando a través de las características en la vida de relación de las personas, con los demás seres humanos, con todo lo vivo y con la misma naturaleza.
Todo lo descrito entraña un permanente movimiento, hacia uno u otro lado, siendo casi imposible para el ser humano, en el estadio actual de su evolución, alcanzar la cúspide del síndrome de crecimiento, lo cual significaría lo que dogmática o religiosamente se llamaría, santidad.
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En sentido inverso a este movimiento de crecimiento, se encontraría el de decadencia, que ya en cada vez mayores oportunidades, llega al fondo extremo de la misma.
Tal cual es el hecho de la transformación que vive la sociedad, que observa azorada la marcha de la violencia reactiva, que muchas veces fuera e pro de la vida, hacia un estado donde la misma deja de tener el mismo fin, para ser destructiva, donde se lleva al Hombre a un estado de irreversibilidad. Es lo máximo del grado de la decadencia cuando el Hombre llega a este estado, donde sus luchas lo llevan a provocar incluso, la muerte de sus congéneres, no por el motivo de su propia sobre vivencia, sino simplemente, porque el otro o los otros no existen y están fuera de su único mundo aceptable.
La integración que hace Fromm de ambos síndromes está descripta de la siguiente manera. El síndrome de crecimiento está dado por; 1º La biofilia, 2º El amor al prójimo y a la naturaleza y 3º La libertad y la Independencia.
Por el contrario, el síndrome de decadencia está dado por; 1º La necrofilia, 2º el narcisismo maligno y 3º La simbiosis incestuosa.
Es muy difícil encontrar personas que reunifiquen en la misma dirección estas conductas para llegar a la cúspide de la pirámide de ambos síndromes.
El amor a la vida se manifiesta no sólo en la defensa de nuestra propia vida, sino también en el reconocimiento de ese derecho para todos los hombres del mundo y en el ejercicio de nuestras acciones para promover con nuestras conductas diarias, que ello pueda ocurrir a nivel de la sociedad en la que vivimos.
El amor al prójimo no se debe limitar sólo a nuestro círculo íntimo familiar, sino que debe ser, como lo expresara un día el apreciado amigo sacerdote Rogelio Barufaldi, extensivo, en la medida que nuestro amor crece, hasta dimensiones ilimitadas, y a todos los habitantes del Mundo. Ello incluye a todo lo vivo y a la misma naturaleza que nos cobija. Ha sido muy despiadado el intento de la “inteligencia” por dominarla y muchas veces poco creativo. Las consecuencias saltan a la vista y se irán agravando con el tiempo, en la medida que no se tome conciencia del estado de crisis en que nos encontramos.
La Libertad y la Independencia no pueden estar ausentes en los seres humanos, ya que su ausencia implica esclavitud lisa y llana, y es el mismo hombre quien debe buscar libremente su verdad como ser individual y social.
La necrofilia se manifiesta por el odio a todo lo vivo y que también tiene trascendencia, pues los criminales que han odiado a nuestra especie a través de sus actos, también son recordados. Su imposibilidad para amar la vida, los lleva a odiarla y amar la muerte, como lo demostraron Hitler, Stalin, Videla, Masera, y tantos otros. Fromm los descubre en aquellos que ni siquiera son capaces de tener risas francas y espontáneas, que trasuntan alegría sana, sino que solo tienen rictus que simulan sonrisas y destilan odio a lo vivo. Tampoco se ha borrado actualmente esa conducta necrofílica, en quienes, en un afán de dominio Imperial, son capaces de destruir naciones con poderosas armas, al mismo tiempo que destruyendo sus culturas, ocultando el verdadero sentido de sus acciones y esgrimiendo como siempre, ansias de libertad que no es tal.
El narcisismo maligno es sinónimo de la locura, ya que quien lo padece, carece de la aceptación de que existe una realidad exterior a su pensamiento, que también tiene validez y por lo tanto existe.
Por último, la simbiosis incestuosa, es el pegamento sin discusión y aceptación plena, sea por incapacidad para la desobediencia, sin la cual no existe la libertad, o por una fe que no requiere juicio crítico ni acepta dudas para la búsqueda de la verdad, a los mandatos nacidos desde entes, que se muestran superiores, como poseedoras de poderes absolutos, a los cuales se debe ser sumiso, transformándonos de alguna manera en esclavos, aunque no tomemos conciencia de ello y procedamos de buena fe.
En la involución social desde el punto de vista humanístico, se ha desvirtuado la palabra pragmatismo, llevándola a significar en nuestros significantes actuales, como una adaptación para el logro de objetivos que redunden solo en beneficio propio de manera exclusiva y no de la sociedad toda a la que pertenecemos.
Es muy diferente este concepto al real significado de la palabra en tiempos mejores de las conductas humanas, donde la misma solo simbolizaba una adaptación a los cambios de la naturaleza o de los sistemas sociales, no teniendo como objetivos el beneficio propio, sino el de toda la comunidad mundial.
La cosificación pertenece a quienes están atados, impidiendo las posibilidades de cambiar, sea para crecer o decaer. Esto nada tiene que ver con los mutantes que son “pragmáticos”, a la usanza politiquera, que van de un lado a otro sin mostrar, al menos algo de pudor. Está en el ser humano la posibilidad de elegir libremente, hacia donde dirigimos nuestros pasos en la vida y en gran medida, somos responsables de nuestro accionar, que no deberá estar nunca disociado de nuestras expresiones, orales o escritas, para evitar la esquizofrenia reinante, que impide toda confianza en el otro o los otros, como un boicot a las relaciones verdaderamente humanas.