Los vecinos del almacenero que murió a manos de dos delincuentes se manifestaron este miércoles en Catamarca y San Nicolás para decir basta a los robos y la violencia que, según denunciaron, impera en la zona desde hace un tiempo. Indignados por el asesinato de Miguel Pompa, el hombre de 52 años que tenía un almacén en Catamarca 3630, se congregaron en la calle para “exigir seguridad y terminar con los asaltos", ya que, manifestaron, "el barrio parece una zona liberada y ya ni se puede trabajar”.

Al menos 200 personas marcharon y reclamaron enérgicos ante la comisaría 7ª. Pese a que personal policial salió a recibir a los manifestantes, no se pudo establecer un diálogo debido a lo enérgica de la protesta. Por el momento, sólo se sabe que no hay pistas firmes para esclarecer el caso.

Este martes a la noche, Miguel Pompa, un almacenero de Catamarca al 3600 fue ultimado por un balazo en el pecho cuando dos delincuentes llegaron con intenciones de asaltaron. “Me pegaron un tiro, me pegaron un tiro”, alcanzó a decir antes de desplomarse en la puerta de su negocio. Una vecina que vive enfrente, y salió asustada luego de escuchar el disparo, fue rápido a buscar un repasador con la idea de hacerle presión sobre la herida en el pecho. Pero no había caso, no había forma de frenar la sangre. Miguel murió minutos después, mientras los vecinos desesperaban por la llegada de la ambulancia del Servicio Integrado de Emergencia Sanitarias (Sies), que, según denunciaron, tardó más de media hora.

Eran cerca de las 21.30, que con la nueva hora K quiere decir que apenas empezaba la noche, cuando dos chicos en moto llegaron con intenciones de robo al tradicional local del barrio Luis Agote. Allí, como siempre, Miguel Pompa estaba con su madre, una mujer de 90 años que con el correr del tiempo ha perdido la visión. ¿Habrá alcanzado el dueño del almacen a preguntar con su voz chillona qué querían?

Este miércoles en el lugar del crimen, las versiones sobre que la víctima se habría resistido al robo fueron creciendo. La hipótesis coincide con la de algunos policías que en la madrugada recogían pruebas en el lugar, aislados por las cintas dispuestas para preservar la escena del crimen de decenas de vecinos que no podían salir de la conmoción. Ellos ya suponían más temprano que el hombre pudo haber querido resistir el asalto y que uno de los ladrones que llevaba puesta una remera de Central –el otro se quedó en la moto– disparó con una pistola calibre 32, se subió al rodado y huyó junto con su cómplice.

Lo que está claro, por la sangre esparcida en el local, es que Miguel estaba junto al mostrador cuando recibió el balazo y que llegó a caminar tres pasos hasta la entrada.

Mientras, afuera, el movimiento era intenso. Como siempre en ese lugar, ubicado a 150 metros del Cruce Alberdi, a 100 del gimnasio de Rosario Central y a 200 de la comisaría 7ª.

Un cadete motorizado de una pizzería que pasaba vio parte de la escena y persiguió a los delincuentes por un par de cuadras. Pero no pudo darles alcance.

La voz se corrió rápido entre los vecinos del barrio Luis Agote. “Lo mataron a Miguel, lo mataron a Miguel”, repetían impresionados. Al mismo tiempo que la policía cercaba el lugar y comenzara a recoger pruebas bajo las órdenes de la jueza Raquel Cosgaya, decenas de personas se iban reuniendo en la cuadra de Catamarca al 3600. Estaba claro que Miguel era un tipo querido, “un laburante”, como decía el quiosquero de Constitución y Catamarca. Y que en el barrio, que según los vecinos ha sido en los últimos tiempos blanco de una importante seguidilla de robos, había una mezcla que indignación, resignación y miedo. “Ahora hay que esperar a ver quién es el próximo”, decía un comerciante de la zona.

No era para mejorarles el ánimo la reflexión de una fuente de la Brigada de Homicidios: “Ha sido impresionante lo de los últimos días. El fin de semana largo hubo tres asesinatos, ocho personas heridas con armas de fuego y ahora se suma esto; no es normal”.