Pablo Bilsky

Una mujer japonesa que lucía un vaporoso vestido de seda celeste, tapado de piel y sombrero tejano, esperaba un taxi entre los destellos de las luces navideñas de la avenida Unter den Linden (Bajo los Tilos). Todavía más sofisticado, un hombre de unos setenta años lucía un bellísimo vestido multicolor, de bambula –como los que suelen denominarse "hindúes"– y un sombrero tipo capitán Piluso. Parece que necesitaba un baño con tanta urgencia que lo reemplazó por una bolsa de la famosa marca de rosquillas Dunkin Donuts.

Poca gente circulaba anoche por Berlín, aunque las calles no estuvieron vacías por completo, ni siquiera a las doce en punto, y los servicios básicos se siguieron prestando. Ya pasada la una de la madrugada, un joven que vestía una chaqueta de soldado, como las que suelen verse en Rosario –que siempre tienen la bandera de Alemania en una manga–, mantuvo una acalorada discusión con la nada, en la aristocrática y comercial Friedrichstrasse.

Después de la explosión de colores y aroma a salchicha y vino caliente de los mercados callejeros navideños, estrellas indiscutidadas en esta época del año en Berlin, todo se fue calmando conforme pasaban las horas.
Y cuando llegó el momento exacto del nacimiento de Cristo, sólo transitaban por las calles algunos solitarios adoradores de Baco aferrados a sus botellas de Berliner Pils, también personas que profesan otras religiones no cristianas–hay centenares de miles en esta ciudad–, y turistas japoneses, claro.

Desde muy temprano en la mañana del domingo, una neblina densa se posó como un manto helado sobre la capital de Alemania. Y los grandes edificios y monumentos quedaron en gran parte ocultos. La imponente torre de television de Alexanderplatz (Fernsehturm), un símbolo de la era comunista que marcaba el centro oriental de Berlín, quedó reducida a una retacona y rechoncha columnita. A la famosa Puerta de Brandenburgo, símbolo máximo de esta ciudad, la neblina le hurtó la cuadriga que la corona como una cresta. La Nochebuena pareció comenzar en Berlin a las 15.30, cuando la poca luz invernal huyó, acaso para pasar la Navidad en otros pagos.