En estos días estamos viendo cómo el gobierno de la presidente Cristina Fernández de Kirchner pone en escena dos globos de ensayo, denominados “diálogo político” y “diálogo social”.

El primero tiene el propósito de entretener y conformar a los partidos políticos que acaban de derrotar al gobierno, porque están ávidos de protagonismo mediático y les agrada ser agasajados con una tertulia en la casa de gobierno.

El segundo, en cambio pretende encontrar la manera de echar el fardo de los arduos problemas del desfinanciamiento del sector público hacia los grupos corporativos del sindicalismo peronista y del mundo empresarial adicto.

Pero eso sí, en este último caso excluyen cuidadosamente a los auténticos perjudicados por la ineptitud del propio gobierno: la Comisión de Enlace de las entidades rurales y los representantes de la cadena agroalimentaria.
Ambos diálogos, el político y el social, pueden convertirse en un acontecimiento sustancial o en una anécdota intrascendente, según cómo se desarrollen y de acuerdo con las actitudes que adopten sus participantes.

Coloquio intrascendente

Tal como se perfilan las cosas, el espectáculo presentado ante el pueblo de la república corre el riesgo de asemejarse a una corrida de toros.

Diversos rasgos los hacen parecidos. La corrida de toros se abre con el “paseíllo”, una especie de cortejo por el que desfilan pomposamente todos los personajes que van a intervenir en el drama taurino, vestidos con sus mejores luces para presumir.