El término hipoacusia deriva del discurso médico y hace referencia a una pérdida auditiva que puede tener distinta intensidad, y, en consecuencia, a la categorización de las personas que la padecen como discapacitados a ser reeducados. Sin embargo, a partir de la década de los ‘60 en el mundo y de los ‘80 en América Latina, este término y dicha concepción médica han sido cuestionados por científicos sociales y las comunidades sordas, las que comienzan entonces a revalorizar su propia identidad, su cultura visual y sus distintas lenguas de señas.

Los científicos sociales, en su mayoría lingüistas, empiezan a actuar como investigadores orgánicos a las comunidades sordas y se dedican a legitimar dichas lenguas de señas a través de herramientas teóricas, así como a explicitar los fundamentos teóricos del modelo socio-antropológico a partir de la inserción etnográfica de éstas comunidades de distintas partes del mundo.

La defensa por este cambio de modelo dio como resultado modelos de educación genéricamente denominados bilingües-biculturales, el cual postula que en el contexto escolar deben estar presentes las dos lenguas con docentes de ambas culturas. Para el caso de nuestro país debe haber en la escuela maestros oyentes y maestros sordos –quienes garantizarán la transmisión cultural y lingüística de su lengua-, y la Lengua de Señas Argentina debe ser el medio de transmisión de los contenidos curriculares. El español escrito será la segunda lengua ya que la comunidad sorda argentina está integrada en la comunidad mayoritaria oyente. El español hablado será objeto de enseñanza para aquellas personas que puedan acceder a ella. Estos modelos educativos tampoco hacen diferencia entre hipoacúsicos y sordos.

El modelo socio-antropológico parte de considerar a las personas como sordas – y no como hipoacúsicas con distintos grados de sordera-, y como miembros de una comunidad lingüística con su propia lengua y su cultura visual. De hecho, históricamente las personas sordas han desarrollado lenguas instanciadas en la modalidad viso-espacial, -las lenguas de señas-, y las han utilizado en sus intercambios comunicativos entre pares. Es así que existen tantas lenguas de señas como países hay en el mundo y, en algunos países, más de una lengua de señas, como por ejemplo en México, Brasil, India y Estados Unidos. Es importante recordar el lenguaje como una facultad de la mente que puede instanciarse en distintas modalidades de lengua: auditivo-vocal o viso-espacial o inclusive táctil-gestual (esta última es la que adquieren las personas sordo-ciegas).

La evidencia más contundente de la existencia de estas comunidades sordas es que la pertenencia a la misma no se define por el grado de pérdida auditiva de sus miembros -dato que generalmente es desconocido-, sino por el uso en sus intercambios comunicativos de alguna lengua de señas. Por lo tanto, no hay en ellas distinción entre personas con hipoacusia y personas sordas.

Lo más interesante de estos modelos bilingües-biculturales es que garantizan la verdadera inclusión social, y por otro lado, permiten a todos por igual un desarrollo pleno. Podemos considerar que las escuelas públicas de personas sordas de nuestro país están en vías de convertirse en escuelas bilingües-biculturales, con avances y retrocesos propios de intentar poner en práctica el modelo socio-antropológico que implica un cambio absoluto de paradigma teórico.



Fuente: María Ignacia Massone - CONICET