Estonia es un pequeño país bañado por el mar Báltico dentro del golfo de Finlandia. Formó parte del imperio soviético hasta que en 1991 consiguió su independencia y luego, con la guía del premier Mart Laar, nos ha brindado un ejemplo grandioso.

Laar, hombre de carácter enérgico, primer ministro por dos períodos y laureado con el premio internacional Milton Friedman 2006, es un entusiasta partidario del orden social de la libertad. Viendo que el tiempo se le escapaba de las manos, se dispuso cambiar a su país cuyos habitantes estaban acostumbrados a esperarlo todo del Estado como herencia del régimen comunista.

Con la oposición de muchos y el asesoramiento en contra, en una memorable tarde de 1997 Mart Laar decidió un giro copernicano en la política impositiva para que los estonios pudieran vivir mejor. Eliminó múltiples impuestos que los agobiaban y los sustituyó por el sistema Flat-Tax.

En sólo 4 años el éxito fue tan formidable que la vecina Rusia, dirigida por Wladimir Putin decidió imitarlo y adoptó el Flat-Tax con una alícuota plana del 13 % tanto para personas físicas como para las empresas (ver artículo “El ejemplo que viene del este”, Economía para todos nº 124)

El Flat-Tax es de una sencillez extrema y se opone al sistema de impuestos múltiples que aplican distintas jurisdicciones y gravan diferentes manifestaciones de riqueza.

La esencia del Flat-Tax consiste en llevar a la práctica lo que piensa cualquier persona sensata: “Si el contribuyente soy yo mismo ¿porqué no me cobran un solo impuesto y dejan de complicarme la vida con centenares de tributos, tasas y contribuciones, que finalmente salen de una única billetera? pero entonces ¿no será que los políticos ocultan la magnitud del manotazo que nos pegan con impuestos, fraccionándolos en una multitud de pequeños arrebatos para que no nos demos cuenta del despojo que nos hacen?

Como los impuestos siempre son costos –generalmente abusivos– entonces de lo que se trata es que tales costos sean los mínimos posibles para que las personas se queden con más dinero en el bolsillo y puedan mejorar su situación y, a su vez, para que las empresas puedan expandir la oferta de sus productos haciendo frente a la competencia internacional.

Con estas simples ideas, dos economistas norteamericanos Robert E.Hall y Alvin Rabushka (“The Flat-tax”, The Hoover Institution press, Stanford, Cal. 1995) plantearon el sistema del Flat-Tax donde el costo de evadir es mucho mayor que el costo de pagar.

Flat-Tax a personas físicas


El Flat-Tax gira alrededor de dos tributos: un impuesto a los negocios o transacciones, quienquiera las realice, y otro a la renta de las personas físicas. Ambos tienen la misma alícuota plana para evitar la tentación de arbitrar entre distintas tasas fiscales eligiendo la menor.

Las personas físicas tienen que llenar anualmente un simple formulario del tamaño de una tarjeta postal donde consignan cuánto han cobrado en sueldos, honorarios, pensiones y participaciones. Luego, proceden a descontar mínimos exentos muy altos que favorecen a las personas de escasos recursos. Tales deducciones, son p.e. u$s 16.500 por matrimonio legal, u$s 14.000 por soltero cabeza de familia, u$s 9.500 por soltero solo y u$s 4.500 por cada familiar directo a cargo. Fuera de ellas no existe ningún otro descuento sobre el ingreso anual.