Virginia Giacosa

El crimen de Ángeles Rawson la chica de 16 años de Palermo reabrió el debate sobre la sobreexposición mediática, el rol de los medios de comunicación y más que nada de la televisión en la cobertura de este tipo de noticias. Para Sandra Valdettaro,  directora del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones y de la maestría en Estudios Culturales de la Universidad Nacional de Rosario "el tratamiento informativo del caso se inscribe en una larga tradición narrativa del sensacionalismo mediático que habilitó un vínculo pasional con los públicos ofreciendo cada vez nuevos placeres y ampliando el horizonte de los regímenes escópicos". Dar información sin chequear, no preservar la identidad y la intimidad de niñas, niños y adolescentes y transmitir casi en cadena durante 24 horas datos que entorpecen la investigación, algunas de las alarmas que encendió el caso de Ángeles. Reflexionar sobre las buenas prácticas para coberturas que involucren a menores de edad parece ser la materia pendiente.

Apenas se conoció el hallazgo del cuerpo sin vida de la adolescente el crimen fue usado como disparador para hablar de la inseguridad que supuestamente amenaza a buena parte de la sociedad argentina. Incluso, sin pericias certeras, se llegó a decir en el minuto cero y desde los mismos medios de comunicación que la joven había sido violada. Sin embargo, poco más tarde, cuando se supo que no existía tal abuso sexual la morbosidad de las miradas mediáticas se posó en la familia de la joven, que como si fuera poco rompía con los parámetros socialmente aceptados: madre, padrastro, hermano y hermanastro.

Para la doctora en comunicación de la UNR en esta relación conjetural de medios y público se hace necesario que entren en juego un cruce de "hipótesis y personajes estereotipados que producen identificaciones dicotómicas" en la audiencia. "El padrastro, el portero, su mujer, e, incluso, un amante apenas esbozado por la tele, son las figuras de un sintagma en uno de cuyos extremos se encuentra la bondad injustamente acusada –el portero–, y, en el otro, todas las sospechas asociadas a la maldad –el padrastro-, articulados por una zona de ambigüedad –la mujer del portero principalmente, pero también, en algunas coberturas, el amante atribuido a la víctima–", explica Valdettaro.

Aunque actualmente existen leyes que protegen la intimidad de niñas, niños y adolescentes, como la nacional 26.061 y la 12.967 en la provincia de Santa Fe, muchos canales no se privaron de nada a la hora de la cobertura. Entrevistas con los compañeros de escuela de la joven, fotos de Facebook de la chica asesinada, los últimos chats que había mantenido a través de la red, entre otros elementos de la vida privada. En este sentido, para la especialista la presencia de las redes sociales –en sinergia principalmente con la televisión– profundizaron aún más la invitación a "un espionaje generalizado de la privacidad" de la víctima.