"La globalización se declina, preferentemente, en inglés". Así abre su texto el investigador brasileño Renato Ortiz, confirmando que ésta es la lengua de los negocios, el turismo y la academia. Frente a esta “realidad naturalizada”, en su último libro publicado en Argentina, Ortiz se concentra en analizar las implicancias del inglés en nuestra manera de pensar la naturaleza y las sociedades.
El inglés como lengua dominante en la academia
En “La supremacía del inglés en las Ciencias Sociales” el sociólogo brasileño Renato Ortiz traza el recorrido que siguió esta lengua hasta convertirse en dominadora en las publicaciones y encuentros científicos
“La supremacía del inglés en las ciencias sociales” demuestra que si el uso del inglés en las ciencias experimentales puede considerarse relativamente neutro, no sucede lo mismo en la antropología, la sociología o las ciencias políticas. Las primeras, mediante un ejercicio retórico destinado a crear la ilusión de la falta de retórica, promueven un uso de la lengua que la postula como “transparente”. En las segundas, las categorías de análisis “importadas” muchas veces no permiten dar cuenta de las realidades de países que poco tienen que ver con el lugar de origen de los trabajos de autores profusamente citados.
Ortiz postula que, por su ubicuidad, el inglés "ha adquirido la capacidad de pautar el debate a escala mundial". Esto implica que "de un conjunto de problemas existentes, pasibles de ser comprendidos, se seleccionan algunos y se los vuelve importantes y visibles".
Algunas parecen técnicas, como la evaluación y medición de la producción científica. Pero Ortiz nos advierte que allí también “hay ideología”. El modo como se mide la productividad de un investigador implica una jerarquización de los saberes y un borramiento de sus especificidades.
Ortiz, conocido por sus estudios relacionados con la industria de los medios y la cultura popular, cree que, tomando en serio la contextualidad de las ciencias sociales, "lo ideal sería conocer todas las lenguas en que se expresan; no tendríamos entonces una universalidad del espíritu, sino una biblioteca de textos al servicio de una mayor riqueza del pensamiento".