La inteligencia artificial no tiene límites: aseguran que pronto los robots también podrán oler. Los sistemas automáticos hasta ahora podían seguir huellas visuales, táctiles o audibles. Sin embargo, eran incapaces de seguir un rastro olfativo debido a que las pistas olfativas del mundo real no forman trayectorias continuas, sino que el viento las fragmenta, las esparce y las desordena.