El carnaval es una de las fiestas populares de mayor tradición en la historia de la humanidad. El origen de esta celebración se ancla en los rituales paganos a Baco, el dios del vino; en los festines que se realizaban en honor al buey Apis en Egipto; o en las saturnalias romanas, en honor al dios Saturno.
Algunos historiadores ubican los primeros carnavales en la antigua Sumeria, hace más de cinco mil años, pasando luego la costumbre de la celebración a Egipto y al Imperio Romano, desde donde se difundió por toda Europa, para luego ser traído a América por navegantes españoles y portugueses en época de colonización y conquista a partir del siglo XV. Con el correr de los años, el carnaval fue adoptando estilos diferentes según cada país. En América incorporó elementos aborígenes y hasta alcanzó ribetes místicos precolombinos.
Actualmente, se celebra en distintas partes del mundo, haciendo que los escenarios donde se desarrollan atraigan a miles de turistas de otras latitudes para sentir, vibrar y cantar con el paso de las comparsas. Así, por ejemplo, el Carnaval de Río de Janeiro en Brasil, el de Oruro en Bolivia, el de Venecia en Italia, o el de Gualeguaychú donde se encargan de trasmitir los estadios de felicidad que los caracterizan, haciendo que participantes y espectadores se contagien con el audaz ritmo de las "batucadas", disfrutando de un espectáculo lleno de brillo, luz y sonido sin precedentes.
Antecedente cristiano
La palabra carnaval significa “adiós a la carne” y otro de los orígenes que los investigadores encontraron es necesidad de los cristianos de acabar con todo lo que se prohibía consumir los 40 días de Cuaresma -carne, leche y huevo- lo que permitiría inferir que lo que originó aquella fiesta fue la falta de refrigerador.
La historia recoge que el lunes previo al Miércoles de Ceniza -comienzo de la Cuaresma- los cristianos hacían fiestas populares para consumir y repartir entre los pobres todo lo que se echaría a perder durante el período de abstinencia.
Con el tiempo, su sentido originario se tergiversó con condimentos de otras fiestas totalmente distintas, como las Saturnales, las Lupercales y las Bacanales, hasta derivar en grandes comilonas de carne, en las que los fieles daban rienda suelta al instinto y a todos los actos de los que se "arrepentirían" durante la Cuaresma.
Para alargar la diversión, en algún momento se decidió comenzarlas el jueves y a ese fin se inventó el "jueves lardero" (de lardo, panceta) el día en que los pobres, que no tenían nada en su casa, iban de casa en casa pidiendo "lardo" a los ricos, y al recibirlo, cantaban y bailaban celebrándolo.
En la Edad Media comenzó la costumbre de que los empleadores convidaran a sus trabajadores con una comida a base de cerdo, lo que incluía "combates" callejeros de gente disfrazada de carniceros y de vendedores de pescado. Estos últimos obtendrían su "triunfo" recién el Miércoles de Ceniza, con la primera comida cuaresmal, a base de pescado.
De las Lupercales (fiesta de la fertilidad) los Carnavales obtuvieron su tamiz sensual; de las Saturnales (único momento en que los esclavos dejaban de servir a sus amos) el sentimiento de igualdad al que predisponen los disfraces; y de las Bacanales, las carrozas, los desfiles y la predisposición a beber alcohol.
Así, tomando un poco de acá y otro poco de allá -pero fundamentalmente, a partir de la obligación cristiana de la abstinencia (y de la falta de heladera)- habría surgido el Carnaval, tal como se lo festeja hoy en todo el mundo.