El ex profesor de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), Eduardo Romano, explicó en el Instituto Gino Germani de Buenos Aires los alcances de su reciente investigación, que compartió con Lorena Bassa, Germán Ferrari, Miriam Goldstein y Marcelo Méndez.

“Intelectuales, escritores e industria cultural en la argentina (1898-1933)” recorre los principales hitos del periodismo argentino, pero analiza particularmente cómo se concebía el rol del escritor y del intelectual durante el surgimiento de la industria cultural.

“El título del libro ya propone una discusión entre el concepto de intelectual y escritor. Muchos usarían indistintamente estos términos o subyugarían el escritor al intelectual, algo que también hice yo en una época de mi investigación”, detalló al inició de su coloquio Romano.

Esta nueva investigación parte de la irrupción de Caras y Caretas en 1898, que fue el primer semanario ilustrado de Argentina, cuyas características fueron pioneras en América Latina y en el mundo. Con este medio se comienza a profundizar la profesionalización de los escritores mediante el periodismo, lo que habría agudizado la antigua dicotomía con los intelectuales.

“Lo que empezamos a debatir en el libro es el equívoco empleo, por parte de Pierre Bourdieu, de la división del campo literario y el campo intelectual, por el que los escritores sólo apelarían a un tipo de discurso, el ficcional, y los intelectuales al argumentativo”, aseguró Romano.

En su alocución, el co-autor de “Medios de comunicación y cultura popular”, obra fundante de los estudios culturales en Argentina, se refirió a un interesante libro de José Luis De Diego titulado “Quién de nosotros escribirá el Facundo”, en el que se analiza cómo se planteó la diferenciación entre el intelectual y el escritor en Argentina durante el período 1970-1986.

Para Romano es “valiosa” la obra de De Diego porque elabora una minuciosa lista de las obras literarias publicadas tanto en el exilio como en el país, como también puntualiza quiénes eran y adónde se fueron los escritores exiliados.

Además, este catedrático estudia las obras publicadas por el Centro Editor de América Latina, Editorial Belgrano y Ediciones de La Flor para observar cómo se establecían los fronteras entre lo que era ser escritor o intelectual en una de las épocas de mayor censura en la historia de las editoriales argentinas.

Fuente: CTyS