Horacio González ve al bibliotecario como mediador entre la cultura de los libros y su usuario. La biblioteca es para él “un sistema de interrogación sobre la cultura contemporánea y los legados culturales en general, y una de sus tareas es promover. En segundo lugar, tiene que adecuar todos los instrumentos tecnológicos que hay en el mundo, porque todas las formas de catalogación han cambiado con relación a las posibilidades tecnológicas”.
El rol del bibliotecario en la era digital
El sociólogo y ensayista Horacio González, también director de la Biblioteca Nacional, plantea algunas inquietudes sobre la representación actual que tiene la biblioteca como institución en la era digital
“El bibliotecario –sentencia Horacio González- es un personaje cercano al sacerdote, al Augur, al profeta, es aquel que está inmerso en su laberinto y rodeado de libros y ofreciéndose como mediador entre la cultura de los libros y su usuario. Aunque es la medicina la que conserva más crudamente la idea del sacerdocio, toda profesión mantiene una leyenda respecto al servicio público inminente que tiene connotaciones de modo hipotéticas o sagradas”.
La de bibliotecario es para Horacio González “una profesión que está en el centro de un debate tecnológico, de modo tal que, en este momento, nuestro gabinete de digitalización está funcionando con varias máquinas que son antiguas, que se rompen a menudo y hay que arreglarlas, por lo cual se demora el trabajo, y trabajamos con un equipo nuevo de jóvenes que se han incorporado ahora, en los cuales confiamos que aprendan mejor el oficio acá y que, una vez que se conviertan en digitalizadores, en todo caso adopten un nivel que transformaría a la Biblioteca Nacional”.
Y continúa: “Y en un momento de revoluciones culturales, donde la producción de documentaciones y de textos ha sufrido una especie de multiplicación bíblica, no en vano la discusión de carácter teórico sobre cómo se conserva la cultura es paralela a la revolución digital”.
En cuanto a cómo está hoy la Biblioteca Nacional con relación al caudal de libros y de material González explicó que “Si hacemos una ecuación en relación con existencias no digitalizadas y existencias digitalizadas, es una proporción bajísima. Si nos comparamos con Francia, es escandalosamente baja. Si nos comparamos con Brasil y Chile, comparación más oportuna, también estamos retrasados. Hace 20 o 30 años, cuando la microfilmación era el lenguaje necesario para la biblioteca, había menos retraso que hoy, en la era de la digitalización. Para el lector clásico no implica nada, pero para el remoto es no poder realizarse como tal, de una manera adecuada. Tenemos pocos textos digitalizados o los que hay provienen de una época anterior. Hace mucho tiempo que estamos tratando de comprar un equipo alemán de microfilmación y digitalización. No sólo es caro, es carísimo, hablamos del millón de pesos. Y como acá no hay repuestos, vamos a comprar dos máquinas con mejores posibilidades en el mercado argentino. Después, el personal, sometido a los bajos salarios para una tarea que en general es remunerada fuera del Estado de manera más consistente”.
Interrogado acerca del rol de la biblioteca González respondió: “Para mí, la biblioteca es un sistema de interrogación sobre la cultura contemporánea y los legados culturales en general, y una de sus tareas es promover. En segundo lugar, tiene que adecuar todos los instrumentos tecnológicos que hay en el mundo, porque todas las formas de catalogación han cambiado con relación a las posibilidades tecnológicas. Una Biblioteca Nacional tiene una vida paralela a la del Estado de esa Nación. Las bibliotecas nacionales, en general, son instituciones que hablan con la forma de prestigio de la cultura. No hay nadie que niegue ese papel. Y al mismo tiempo son parte de un debate, condenadas por funcionar mal, por tener condiciones inadecuadas. Por alguna rara razón, ese prestigio siempre se conserva, sobre todo entre las personas que no la frecuentan. Eso hace que esto coincida en la Argentina, por lo menos en dos grandes gestiones de la Biblioteca Nacional vinculadas a nombres centrales de la cultura de ese momento como Paul Groussac y Jorge Luis Borges”.
“No se desea romper con esas dos personas. Si es que se rompiera con esas dos personas desaparece la Biblioteca Nacional, se convierte en un centro de documentación, que puede ser muy bueno y muy bien recibido. Pero es un poco el tema de mi gestión, no romper con ninguna de esas dos personas concebidas como bibliotecarios. La presencia de Borges no fue solamente política, era un Borges que ya tenía su obra prácticamente consumada, y era la conjunción entre la Biblioteca Nacional y el máximo escritor de la época. Esto no es así ahora, por lo tanto la Biblioteca Nacional tiene las mismas tendencias, desde el punto de vista de su sistema de decisiones, que los de la administración pública. Entonces su director tiene que hablar, de algún modo, el lenguaje de la administración pública. Pero me niego a que se disocie la presencia de la Biblioteca Nacional de una figura de la cultura”, sostuvo González.
“Cualquiera sea el modo que lo interpretemos, si se disocia es porque finalmente se consumaría el tramo final de una etapa de la cultura, que es el triunfo final de un cierto tipo de lenguaje: el del mercado. Por eso es interesante ver si hay soluciones tecnológicas que sean alternativas y que permitan trazar un camino paralelo según el legado cultural, los modelos de administración y la tecnología de cada época, y que puedan ser pensadas en términos de tecnologías posibles adecuadas a los modelos nacionales, a los usuarios nacionales. Como la tecnología es el factor más relevante, las bibliotecas llamadas nacionales son pequeñas barquilluelas en el océano tormentoso de la globalización”, concluyó.
Fuente: Perfil