Virginia Giacosa

Desde 2001, en Rosario, se comenzó a ver a jóvenes que llegaban como polizones en barcos de ultramar en medio del boom sojero. Detrás de los paraguas rojos con bijouterie que parece oro, estos muchachos de entre 15 y 30 años se hicieron un lugar en la ciudad. Tal es así que unos cuantos ya formaron familia y se radicaron de este lado del mundo.

Según los registros de la Fundación Migrantes y Refugiados sin fronteras ya son diez los polizones africanos que formaron familia en la ciudad. Algunos se casaron legalmente, otros conviven y varios de ellos ya tienen hijos con argentinas y rosarinas.

En contacto con Rosario3.com, Leandro Záccari al frente de esa organización, manifestó que "al menos ese número ya formalizó su situación de pareja, se casó legalmente y en algunos casos ya tienen hijos". "Quizás no es lo más común porque en su mayoría su vida es bastante nómada. Vienen acá, peticionan refugio pero se van a Buenos Aires y su recorrido se hace fluctuante", describió.

Para poder asentarse en el país, los que llegan primero peticionan refugio justificado en la mayoría de las veces por los conflictos que se viven en su país de origen. Una vez instalados tienen que presentar un documento donde se establezca el deseo de permanencia, los antecedentes penales, la cédula de identidad y la partida de nacimiento. Primero se les da una residencia precaria, luego una transitoria y por último una permanente. "Lo único que se les solicita es que planteen el objetivo por el cual se quieren quedar acá y en ese caso que lo justifiquen, por ejemplo, con la inscripción a la UNR o un contrato de trabajo", explicaron desde la Dirección de Migraciones.