Tiempos modificadores del lenguaje los que estamos transitando.
Esta nueva expresión, me gusta.
Simplifica, es auténtica.
Porque convengamos, si nos ponemos a desmenuzar presente y futuro argentino, comprobaremos que una cocción más y estamos fritos del todo.
Si decimos que los delincuentes forman parte de la vida de las personas decentes, es como que estamos dividiendo la sociedad en dos. Ellos, los malos, nosotros lo buenos. Unos contra otros. Separados por muros más terribles del que un intendente mal elegido pudiera proponer.
¿Porqué son tantas las personas que delinquen?
¿Qué hemos estado mirando que no vimos su proliferación?
En su mayoría hombres jóvenes acabados antes de salir a la calle. Resueltos. Matan o mueren. ¿Qué pasó?
Si decimos que el costo de vida aumentó muchísimo, que con cien pesos, el supermercado, que no hace mucho llenaba el eventual carrito, hoy nos da muy poco a cambio, por la televisión nos dicen que no es cierto.
La mentira la palpamos, nuestro presupuesto familiar la percibe perfectamente, pero nosotros pagamos, modificamos y disminuímos nuestras compras y listo.
Si decimos que el límite de pobreza es de novecientos pesos, y miles de jubilados autónomos cobran setecientos setenta, (con el último aumento), decimos ¡pobres! ¿cómo hacen para vivir?
Pero no nos quedamos a escuchar respuesta.
Si decimos que el dengue tiene más victimas que las declaradas, que no lo están combatiendo como corresponde en todo el país, que el año que viene será peor y que simplemente por algún resto de dignidad deberían renunciar los responsables, solamente los vemos por la tele haciendo un recorrido “benefactor”. No exigimos las renuncias, ni higiene, ni desinfección.
Si decimos que el campo plantea sus tremendas problemáticas, que no son iguales para todos los campesinos, que nos confundimos al escuchar declaraciones de la mesa de enlace, abierta al diálogo según parece, con un gobierno sordo que ahora también se ha vuelto mudo y que es ciego de nacimiento, no decimos nada nuevo. Pero nos cansan los paros, las protestas.
Si decimos que el número de pobres aumenta día a día, que nos duele que los niños limpien vidrios, se prostituyan o los golpeen, pero dando unas monedas ocasionales vamos calmando la conciencia, nada más que hasta la siguiente esquina.
Si decimos que se gastan nuestro dinero en campañas, burdamente, mofándose de un pueblo estático, paralizado por tantas injusticias, que no puede pensar y actuar en consecuencia.
Si decimos, que la droga, que el paco, que las muertes en las calles y en las rutas por el tránsito veloz, y no sacamos el pie del acelerador.
Si decimos que la corrupción en algunos comisarios, figura bienamada de otros tiempos ha invadido la conciencia de algunos de ellos y los vemos hasta ¡ llevándose la ropa robada de algún shoping!
Si decimos todo esto y ¡tantas cosas! en un monólogo quejoso, rezongón, está lindo. Pero no apaga el horno.
La temperatura sube a muchos grados, nos quema el alma, condiciona nuestro diario vivir.
Auguran agudización de la crisis y lo explican. Evidentemente nos tocará transitarla, ¿Cómo haremos?
Los “mesías”
Sabemos que en junio nos llegan los “mesias”, involucrados, comprometidos, para que nada cambie. Arrancándose las vestiduras entre ellos, con rencores pasados y presentes. Con promesas incumplidas desde siempre y dineros malgastados que entristecen. Se preparan para la “gran final”. Pesos pesados, medios y livianos en la escena repetida.
Piden licencias en cargos elegidos por la gente, por otros nuevos cargos renunciables si les conviene el caso, y hasta se suman a la necrofilia de un pueblo si con ello obtienen rédito para el voto. Todo vale, hasta el “fraude organizado” si quien dirige es la soberbia. Será constitucional, mas esta burla nos falta el respeto.
Lo triste es que nos estamos “acostumbrando” a la desgracia. Ni siquiera actuamos enojados. Sufrimos y nos seguimos “cocinando”.
Y eso que tenemos gente linda en esta Patria.
Que dan batalla al infortunio día a día.
¿Qué no? ¡Claro que sí! Puedo nombrarlos.
Juan Carr, con la ONG más importante del País, Madres del Dolor, el Sida, Hepatitis, capacidades diferentes, tantas otras que pululan por doquier. Organizaciones humanas sin fines de lucro, pretendiendo ocupar el eterno espacio vacío que dejan los gobernantes desde siempre, ilustrando la historia Argentina de verguenza y deshonor.
Los que trabajan con decencia, pagando sus cuentas y los impuestos puntualmente, que siguen creyendo en el valor de la palabra empeñada, que apoyan a los maestros día a día para que logren que sus hijos sepan rendir honor a la bandera.
Los pocos políticos honestos que aún quedan.
Los religiosos verdaderos, los médicos que respetan juramento. Los dignos trabajadores de las artes, las ciencias, los medios, profesionales, artesanos, obreros.
Quizás haya que encontrar en esta franja etárea las personas especiales para quitarle leña “al horno” y que poco a poco Nuestra Constitución Nacional deje de ser un simple recitado de buenos deseos.
www.hepatitis-c.com.ar