Durante su conferencia, titulada "Liberalismo y Nación: Doscientos años de una idea", Shumway propuso repensar el concepto de liberalismo, dejar de entenderlo como una etapa histórica para comprenderlo como un conjunto de ideas políticas y económicas todavía muy presentes en el discurso político.
Reconoció que es difícil definir el liberalismo, porque carece de un único fundador y aclaró que, a diferencia de muchos otros términos teóricos, "liberal" y "liberales" aparecieron después de sus ideas más básicas de esta corriente de pensamiento, razón por la cual su sentido definitivo "aún se está negociando".
El escritor norteamericano Nicolas Shumway, reconocido especialista en literatura e historia de las ideas en Argentina, se doctoró en Literatura Latinoamericana en la Universidad de California, y es autor de ensayo “La invención de la Argentina”.
En su exposición, Shumway adhirió a una definición estricta de liberalismo, aquella que exige la presencia simultánea de un liberalismo político y económico, pero no pensados como dos caras de una misma moneda, sino como dos espacios en tensión.
"El problema básico es cómo definir el liberalismo, porque no significa lo mismo en todas las épocas y lugares. En algunos, es casi una mala palabra. Mientras que en Estados Unidos un liberal es un socialista, un comunista, un enemigo de la familia y un defensor de perversiones; en Argentina y gran parte de América Latina es exactamente lo contrario: un enemigo de los pobres, un defensor del capitalismo salvaje, de los poderes oligárquicos y un vendepatria."
Subrayó que el liberalismo no existe cuando sólo se aplica cierto principio del mercado, razón por la cual, desde esa perspectiva, la dictadura de 1976 no puede etiquetarse como liberal. “El liberalismo, como lo acabo de bosquejar, es parte de nuestro ADN político”, sentenció. En esa línea, indicó que conceptos liberales subyacen en nuestros sistemas jurídicos, en nuestro discursos políticos y cívicos, a tal punto que incluso sus detractores más feroces terminan expresándose con términos provistos por el liberalismo, como democracia, pueblo soberano, derechos civiles, estado de derecho y ciudadanía, entre otros.
Para ejemplificar la tensión entre estado liberal y mercado, Shumway rememoró un debate de comienzos de siglo XIX en Argentina, entre los miembros de la primera junta Martín Gregorio Yanis y Mariano Moreno. El primero reconocía al mercado como una fuerza amoral capaz tanto de crear como de destruir y quería regularlo para proteger la industria local; el segundo, en cambio, rescataba la potencialidad de la competencia con la producción inglesa, invocando el concepto de libertad económica.
“Este intercambio comprueba que en los primeros momentos de lo que sería la fundación de la nación argentina, hubo un pensamiento económico sofisticado, que anticipaba algunos de los grandes debates posteriores, lo cuales todavía continúan”, completó el especialista.
Posteriormente, se refirió a los detractores y las contradicciones propias del liberalismo. Entre ellas señaló la demofobia y la hiperdemocracia. La primera, porque muchos apoyan en teoría la democracia, pero desconfían del pueblo. "Aunque históricamente todo gobierno liberal se ha organizado en nombre del pueblo, me atrevo a decir que nunca hubo uno que no comenzara con una definición restrictiva del pueblo", remarcó.
Al referirse a Argentina, Shumway rememoró a Esteban Echeverría, quien consideraba que la soberanía del pueblo "sólo puede residir en la razón del pueblo y que sólo es llamada a ejercer la parte sensata y racional de la comunidad social. La parte ignorante queda bajo tutela y salvaguarda de la ley dictada por el consentimiento uniforme del pueblo racional".
En el mismo sentido supo expresarse Sarmiento, quien escribió: "Cuando decimos pueblo, entendemos los notables, activos, inteligentes, clase gobernante; somos gente decente, patricios, a cuya clase pertenecemos, pues no ha de verse en nuestra cámara ni gauchos, ni negros, ni pobres, somos la gente decente, es decir, patriotas".
Finalmente, Shumway recaló en la hiper-democracia, una postura según la cual las instituciones liberales siguen los intereses de la oligarquía, no los del pueblo, y en consencuencia son incapaces de producir una verdadera democracia.
Fuente: Universidad Nacional de Córdoba