1.- La doctrina democrática ideó un Estado sin cuerpos intermedios, una sociedad política basada en “un hombre, un voto”, sin separación entre representados y representantes electos. Las democracias realmente existentes son exactamente lo opuesto: los grupos son los que tienen el poder.
2.- El predominio de los intereses particulares sobre el bien común: ¿cómo encontrar un representante que no represente intereses particulares?
3.- La persistencia de los poderes oligárquicos: la democracia no derrotó al poder oligárquico, avanzó hacia un equilibrio de poder por la vía de la competencia entre numerosas elites.
4.- La democracia no logró imponerse en todos los espacios en los que se ejerce un poder que toma decisiones obligatorias para un completo grupo social.
5.- La democracia no eliminó el poder invisible (mafia, logias, servicios secretos, etc).
6.- La educación de la ciudadanía, la “cultura política”, ha dejado de existir como proyecto y avanza la apatía política.
7.- La democracia no dejó atrás a la tecnocracia. La complejidad de las sociedades actuales impide la puesta en práctica de la hipótesis democrática: “todos pueden tomar decisiones sobre todo”.
8.- La democracia no frenó el crecimiento del aparato burocrático, “un aparato de poder ordenado jerárquicamente, del vértice a la base, y en consecuencia, diametralmente opuesto al sistema de poder democrático”.
9.- El crecimiento de las demandas sociales enfrenta a los gobiernos democráticos a dificultades técnicas y económicas. Se habla de sobrecarga, de ingobernabilidad producto de la facilidad y velocidad con las que las demandas fluyen y la lentitud de los procedimientos de respuesta.
El ejercicio de recorrer la lista con las decisiones centrales de la Presidencia de Alfonsín a la vista, revela que los desafíos principales de la democracia constituyeron la agenda de gobierno: democracia sindical, juicio a las Juntas Militares, reforma de los Servicios de Inteligencia del Estado, Congreso Pedagógico, modernización del Estado… Bobbio se preguntaba al cerrar la cuenta de las desilusiones: “¿Acaso eran promesas que se podían cumplir?”. Muy pocos dirían: “Sí, cumplan todas, y cumplan ya”, por eso son muchos quienes hoy rescatan la lucha de Alfonsín como una épica que conecta con valores tan irrenunciables como difíciles de conseguir plenamente.