La tradicional procesión del Cristo Negro de Quiapo volvió a congregar en Manila a decenas de miles de fieles que siguieron con fervor el recorrido de la venerada imagen traída de México hace cuatro siglos.

Ese aniversario, que se cumplió el pasado mayo, y cuya celebración finaliza el 1º de junio, fue la razón de que la procesión no partiera desde la iglesia de Quiapo, sino desde el parque de La Luneta, donde la imagen presidió anoche un vigilia que culminó en una misa matutina oficiada por el Arzobispo de Manila, Gaudencio Rosales.

Desde La Luneta, la plataforma que sostiene al Black Nazareno, como también se le conoce, fue seguida hasta Quiapo por una multitud de devotos y miembros de diferentes cofradías de Filipinas, muchos de los cuales caminaban descalzos y ataviados con la tradicional túnica granate que da color a la fiesta.

El cambio de itinerario evitó así el más espectacular y peligroso momento de la procesión: cuando la imagen sale del interior de la iglesia para abrirse paso entre una muchedumbre que pugna por subir a la carroza y acariciar con un paño la estatua y contagiarse de sus supuestas propiedades milagrosas.

Esa lucha, la de los encargados de tirar de las sogas que mueven la carroza y quienes ralentizan su paso en busca del contacto con el Cristo más famoso de Filipinas, fue sin embargo la tónica de una procesión que finalizó por la tarde con el regreso de la talla al templo.

Salvo las acostumbradas lipotimias y heridas provocadas por la avalancha de gente, la procesión de este año no registró incidentes de gravedad, al contrario que en 2006, cuando un devoto murió aplastado entre la marea humana.

Y es que el riesgo inherente al acto es quizá su mayor atractivo y la razón de que esté protagonizado mayormente por hombres, que expresan su religiosidad a través de una fe de claro componente machista.

Uno de los devotos fue el vicepresidente filipino, Noli de Castro, un antiguo presentador de televisión que hoy se confundió entre la multitud para seguir descalzo al Cristo Negro por las calles que rodean Quiapo, uno de los distritos más populares de la vieja Manila.

De Castro nunca ha desvelado la promesa que le movió hace 22 años a unirse a la masiva romería, pero en su entorno nadie duda de que esa devoción es la que le ayudó a alcanzar la vicepresidencia y la que puede empujarle hacía la presidencia del país en las próximas elecciones de 2010.

El vicepresidente participó también en la vigilia en La Luneta, en la que el Arzobispo Rosales alentó a los congregados a emular los valores de humildad que representa el Cristo Negro de Quiapo.

La vigilia estuvo revestida de una solemnidad sin precedentes, puesto que supuso el paso del ecuador de una celebración muy especial: los cuatro siglos transcurridos desde que la imagen portadora de la cruz llegara a Manila desde México.

Según la tradición, la figura se quemó durante el viaje en barco hasta Manila, en 1606, lo que la dotó de ese color negruzco que hoy es su santo y seña.

Dos siglos después, ya instalado en Quiapo, el Cristo Negro se alzó como uno de los referentes religiosos más importantes de Manila, la capital de la única nación de mayoría católica de Asia.

Pero también como una muestra del mosaico espiritual que representa el catolicismo filipino: un cruce entre la religión de los misioneros españoles y las creencias prehispánicas que tiene su "Vaticano" en la plaza de Quiapo, donde el culto al Cristo Negro se expresa junto a la venta de amuletos prodigiosos y la buenaventura leída por las pitonisas locales.