Soledad Massin/Rocío Baró

Karen y Alexis se conocieron hace poco más de un año, pero parece que llevan juntos toda una vida. Mientras ella prepara el mate, él supervisa la instalación del calefón. Pero está cansado así que se sienta y sigue el ir y venir de Karen con la mirada. Es que Génesis ya está grande y le pesa en la panza. Ambos son trans, y Génesis, el fruto de su amor, la hija de la diversidad que crece en el vientre de papá. Porque en esta historia, él alguna vez fue ella y ella él.

“Siempre esperé al hombre ideal para mi vida y acá está, con regalito incluido”, sostuvo Karen, que desde que nació, hace 28 años, se siente mujer pese a que al principio el espejo le devolvía una imagen que no sentía en la piel.

“Mis hermanos me traían autitos. Yo los agarraba, subía mis muñecas arriba y las paseaba”, recordó entre risas y, al mismo tiempo, con algo de tristeza en los ojos. Su niñez, aunque feliz, no fue fácil.

A poco de cumplir 14 años decidió abandonar la casa de su familia para “ahorrarle la vergüenza” a su papá, dejó el colegio y vivió en la calle. Cuando quiso retomar los estudios y terminar la secundaria, no la dejaron: miraban su documento, alzaban la vista y algo no cerraba.

El nombre y la foto que figuraba en los papeles –antes de la ley de identidad de género– no coincidían con esa rubia de piel tersa que con ojos marrones y profundos les devolvía, suplicante, la mirada.

“Pueblo chico infierno grande”, resumió Karen, que toda su vida vivió en la entrerriana Victoria, y está decidida a no marcharse.

Del otro lado del puente, en Rosario, Alexis no la pasaba mejor. Aunque a diferencia de ella, jamás pasó hambre ni frío, ni durmió en el duro asfalto, había noches en las que deseaba no despertar al día siguiente.

“Me acostaba llorando, pidiéndole a Dios que me llevara. Le preguntaba, por qué me trajo así”, relató Alexis, que a los 20 años –ahora tiene 26– comenzó un tratamiento hormonal y ya poco queda de esa persona a la que la mamá le ponía un vestido los domingos para llevarla a misa.

“Era el peor momento, cuando venía con el vestidito”, enfatizó.

Ahora, sólo los lentes afinan apenas los rasgos varoniles de su cara. Alexis es todo hombre, ni su panza de embarazado lo delata.

Sin embargo, está decidido: cuando nazca Génesis, quiere operarse: “Me sobran cosas y me faltan otras”.

Karen, en cambio, está conforme con su cuerpo, no quiere más quirófano y tampoco lo necesita. Su silueta, adornada con las lentejuelas y plumas del carnaval de Victoria es la envidia de las mujeres del corsódromo cada febrero.

Génesis Angelina

Consultados sobre el nombre de la nena, Alexis pone los ojos en blanco y le lanza una mirada pícara y cómplice a la madre de su hija.

“Me despertó una noche a las tres de la mañana”, explicó. Karen miraba una novela mexicana, "Corazón Valiente", cuya protagonista era una niña pelirroja llamada Génesis. Fue amor a primera vista. 

Después vino el segundo nombre, Angelina. “Que significa ángel enviado por Dios a la tierra”, añadió Karen que aquella madrugada no se aguantó las ganas de contarle a su novio de Génesis y sin muchos rodeos, lo zarandeó y le dijo.