Hasta que las vacaciones nos separen. En España, los meses en los que más demandas de separación se interponen son, curiosamente, los postvacacionales: septiembre y enero. Es que parece ser que las parejas emprenden el viaje y durante la estadía conocen los perfiles que aún nunca habían detectado de sus medias naranjas. La idea se desprende de un estudio realizado sobre 503 casos estudiados en España, a través del cual se llegó a la conclusión de que el período veraniego suele destapar los problemas de las parejas.

Los datos, surgidos del instituto que dirige el psicólogo y sexólogo Antoni Bolchini, indican que las consultas por las crisis se multiplican al regreso de las vacaciones y que "el 27% de los que tienen problemas en el vínculo toman la decisión de separarse durante el descanso de verano", indica el especialista.

Para María José Vergara, delegada en Málaga y vocal de la Asociación Española de Abogados de Familia, las razones deben buscarse en las fricciones provocadas por una convivencia que se extiende a las 24 horas del día. Los problemas, encubiertos en la ajetreada jornada invernal, salen a la luz durante las jornadas estivales y, con frecuencia, las desavenencias culminan en una separación.

Además, muchas parejas marchan de vacaciones en un intento desesperado de salvar la relación. El efecto suele ser el contrario: al pasar más tiempo juntos y disponer de más momentos de diálogo y reflexión, descubren que la relación no tiene futuro.

Y claro hay parejas que no duran casi nada. Según el mismo registro, en los últimos diez años se ha constatado un aumento de las parejas que rompen y se separan nada más volver de la luna de miel.

Lo que debería ser un viaje de placer y descanso se torna en una pesadilla. Algunas parejas pasan por el altar sin conocerse lo suficiente y, ya en la luna de miel, se dan cuenta de que no están hechos el uno para el otro.