La globalización está marcada por una gran incertidumbre. Desde que se derrumba el muro de Berlín en 1989, se habla incluso del fin de la historia. La globalización es un proceso sin orientación, sin rumbo, sin cabeza. Pareciera que para el modelo, que va siendo "único", hay varios países que sobran. Muchos países de Africa, por ejemplo, son inviables en el modelo.

Dentro de los países que no sobran -como son los nuestros- hay gente que sobra, porque no se va a poder incorporar a un modelo que por definición es excluyente. Se prevé un empobrecimiento general de un grupo numeroso de países en desarrollo debido a que el modelo "único" que se globaliza también polariza. Entre las soluciones que ve para esto menciona “El desarrollo del pensamiento alternativo, capaz de imaginarse soluciones distintas a las aparentemente impuestas capaces de superar los problemas derivados de los modelos conocidos”.

En los inicios del siglo XXI, resulta común escuchar afirmaciones que indican que no utilizar o no tener acceso a las nuevas tecnologías de información y comunicación constituye una nueva forma de analfabetismo, el analfabetismo informático. Se afirma que quien no sabe manejar un ordenador es un analfabeto digital. Vamos a realizar un analisis crítico de esta cuestión.

Frente a estos hechos de conectividad y de educación informática tanto en escuelas como en instituciones intermedias, se torna necesario preguntar qué entendemos por alfabetización y cuál es la alfabetización informática que queremos. Poco se habla del software como lenguaje cultural de nuestra era y mucho menos sobre la necesidad de aprender y apropiarse de ese lenguaje como única forma de acción participativa en la era de la información. Si no asumimos esto y actuamos en consecuencia, lo único que haremos será generar un enorme y mayor ejército de analfabetos futuros.

Estamos en el denominado “decenio de la alfabetización (2003-2013)” proclamado por Naciones Unidas. Años estos de fundamental importancia en los que se está planteando una preocupación generalizada. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 26, reconoce y proclama el derecho a la educación que debe ser gratuita al menos en la instrucción elemental y fundamental.

Pero esta declaración que las naciones del mundo han proclamado está lejos de lograr sus objetivos de “Educación para todos y todas”. Sin ir más lejos, alcanza revisar los datos de Unesco que indican que en el mundo hay 860 millones de adultos analfabetos y más de 100 millones de niños y niñas que no tienen acceso a la escuela. El objetivo de la educación para todos y todas es un imperativo que si bien está aceptado en los papeles a nivel global, dificilmente encuentra correlato en las políticas locales de los países en vías de desarrollo.

Según la misma Unesco, la alfabetización va mucho más allá de las capacidades de leer y escribir. La alfabetización implica saber comunicarse en sociedad, generar y mantener prácticas y relaciones sociales, comprender el lenguaje y la cultura. En líneas generales, se considera que una persona está “alfabetizada” no sólo cuando aprende a leer, sino también cuando tiene capacidad de comunicación escrita y puede utilizar todo el potencial de las herramientas de comunicación esenciales para su interacción en la sociedad.

El acceso activo a la cultura implica no sólo observar sino participar. Hagamos un paralelismo con la música. Sentarse a oir música sólo fomenta nuestro rol pasivo frente al arte, el rol del “escucha”. Es como aprender a leer, pero no saber escribir, el arte de la música no tiene nada que ver con la pasividad. Para ser activo participante de la música hace falta entender su lógica incluso desde una perspectiva matemática. La recepción pasiva es una mínima faceta del acceso a los sonidos. Un involucramiento activo debería incluir no sólo el entendimiento de la lógica sino la capacidad de manipular, modificar y hacer música.

Algo similar ocurre con la informática. Aunque aplicado a este campo, el rol de pasividad es aún más problemático.
La música como la informática se basa en lenguajes / código que es necesario dominar para comprenderla plenamente. Así como la lengua, tanto la música como la informática se construyen en forma de textos que se interpretan de diferentes formas.

En música, el texto se escribe sobre partituras, se constituye con indicaciones de armonía y ritmo que combinados y luego interpretados generan los sonidos. Los músicos necesitan comprender estos “textos” para interpretarlos y para escribirlos. En cambio, en computación, los humanos no necesitan leer el código informático para ejecutarlo, ya que son textos escritos para que los interpreten máquinas, no humanos. Las máquinas los interpretan por nosotros. Y ahí es donde se puede llevar adelante la trampa. Allí es donde se confunde la ejecución con el texto. Y es allí donde se esconde la tramposa idea de que los “usuarios básicos” no necesitan acceso al código fuente de los programas y por tanto, tampoco necesitarían leer y escribir nada sobre esos textos.

Frente a esta realidad, ahora nos toca lidiar con el desafío más complejo, llegar a los escritorios y al sistema educativo, fomentar la Alfabetización informática, pero también ir más alla y escribir el código cultural de nuestra era promoviendo que todos, no solo tengan la posibilidad de acceder al manejo de software propietarios, si no también al desarrollo de la potencia expresiva de las lenguas informáticas para resolver problemas, necesidades, construir arte y tecnologías sin resignarse a ser simples usuarios de programas propietarios.

Por Guillermo Giersch