Mosterín distingue entre la cultura actual, que es lo que cada uno sabe, y la cultura virtual, que es aquella que no está en nuestros cerebros pero está disponible depositada en libros y enciclopedias. En tal sentido, postula que “Internet es un lugar único, el primero donde no hay vigilancia ni intermediarios. En bien del progreso de la cultura, debe mantenerse en estos términos. Por eso debemos preocuparnos todos de lo que ocurre en China con Internet, de los intentos de censura, o de lo que algunos pretenden en Europa, restringiendo la libertad en la red con coartadas como la protección de la infancia”.
Desde su puntote vista, el espectador se está “emancipando de la mediación en el acceso a los contenidos”, no acepta horarios impuestos al arbitrio de una cadena o la publicidad insertada. “Es que esa es una posición más inteligente. Es un espectador más inteligente y menos cautivo, porque, si lo piensa, la televisión funciona merced a públicos cautivos. No es así, por ejemplo, en el medio editorial. Usted compra el libro que le apetece y lo lee cuando le parece bien. En cambio las televisiones sólo permiten el acceso a lo que ellos deciden y cuando lo deciden. Y el cambio total del modelo es sólo una cuestión de ancho de banda”, aclara el filósofo.
”La Red está sustituyendo a las comunidades territoriales. Se están generando nuevos agregados, las comunidades virtuales, no tiene más que ver que hoy las redes sociales son el gran boom en Intenet. Todo el mundo crea su red social. Pero lo importante es que algunas de ellas hacen feliz a mucha gente”, afirma.
Mosterín piensa también las relaciones entre Internet y política. “Internet es el fin de la política tradicional, la que ejercen los políticos erigidos en sumos sacerdotes de una comunidad humana. Todo esto se va a venir abajo, los estados nación y los gobiernos como los conocemos están obsoletos. Y desaparecerán las fronteras. No de forma inmediata, porque ahora mismo son indispensables ante la gran bolsa de pobreza que es África, que requiere un control demográfico, pero desaparecerán”, estima.
”Hoy todo el mundo lee y escribe mails y antes eran muy pocos los que escribían cartas. Mire, cuando Marco Polo, de vuelta de sus viajes escribió un libro sobre ellos, dedicaba el prólogo, que no recuerdo de memoria, a los prelados y la nobleza como, no ya sus lectores, sino aquellos a quienes les iba a ser leído el libro, pues se estilaba por entonces que un siervo fuera el encargado de leerle a los jerarcas. De hecho, los filósofos griegos, como Platón, no leían, tenían esclavos para eso. Aristóteles era el único que lo hacía por sí mismo y, de hecho, su apelativo era "el lector". Y, ya ve, hoy la lectura está generalizada”, concluye.
Fuente: Ñ