Matías Manna (*)
Rosario Central tiene su fórmula y, ahora, hace rato que la da resultado. Observen a Toledo y verán que le caen muchas pelotas desde bien arriba. Casi que se lanzan desde la Usina Sorrento. Todo directo. Balón largo hacia él. Y Toledo aguanta, a veces saca beneficio, permite la “segunda jugada” y crea peligro. En otras ocasiones no lo hace porque la jugada nace en condiciones muy sucias y el pelotazo es anunciado. Aunque sea un matiz característico del actual Rosario Central, los mejores partidos del canalla son cuando la pelota va por abajo y hay asociaciones. Central también puede jugar a eso. Frente a Boca Unidos vimos una mezcla de intenciones.
Cada equipo decide cómo quiere atacar. En los últimos años desde los resultados positivos de la selección española y del Barcelona, muchos entrenadores pregonan el fútbol combinativo, el ataque asociativo, la tenencia y el balón como eje de sus predeterminaciones. Es una forma, ni tiene que ser mejor o peor que otras. Cada uno lo siente y lo quiere llevar de distintas maneras. Diez años atrás, con otros campeones modelos, lo que estaba de moda era el físico y tratar de llegar lo más rápido posible al arco contrario.
Central elige su camino. Repasemos el partido del pasado fin de semana frente a Boca Unidos y lo veremos claramente. Hay una intención pretederminada de buscar rápidamente al 9. Delgado lo buscó en casi todas sus intervenciones.
Parece complicado llegar en buenas condiciones al arco rival de esta manera. Algunos lo llaman “juego directo”. Pero hay algo que hace Medina (y en menor medida Méndez, Encina y Lagos) que es adueñarse del rebote tras el balón largo a Toledo. A veces reciben el pase del 9, casi siempre la pelota queda ahí dividida y aparecen. El punto clave del desempeño y de las ocasiones de gol que tendrá el equipo dependen de estos instantes, donde la buena colocación de estos jugadores marcará la suerte del canalla.