Un trabajo publicado en “Physical activity” evaluó una cohorte de 1.861 pacientes que, al inicio del estudio, tenían entre 70 y 88 años, y se los siguió entre los años 1990 y 2008. Todos los pacientes se interrogaron en tres oportunidades distintas durante el ensayo, sobre el nivel de actividad física que realizaban.
Las respuestas se dicotomizaron entre los pacientes sedentarios y los pacientes físicamente activos, a la vez que se efectuó otro análisis de acuerdo al nivel de ejercicio realizado.
Por otro lado, se registró el nivel socioeconómico y su estado de ánimo y a todos se les realizó la prueba del “Minimental de Folstein” , el índice de masa corporal y se evaluaron las actividades de la vida diaria y la presencia de patologías importantes, como la hipertensión arterial, la patología isquémica y la diabetes mellitus, entre otras.
Como variable dicotómica, los pacientes de todas las edades que realizaban ejercicio tuvieron mayor y mejor sobrevida que los participantes sedentarios. Por otro lado, la actividad física favorecería el mantenimiento de la funcionalidad de los pacientes, independientemente del aumento de su edad.
En conclusión, los investigadores señalaron que no solo la continuación del ejercicio físico, sino su inicio en la ancianidad demoraría la pérdida de la funcionalidad y mejoraría la sobrevida. Además, la diferencia entre las personas sedentarias y los participantes activos aumentaría con la edad, observándose un beneficio máximo en relación a la sobrevida en los pacientes más ancianos.
Fuente: Medicina Geriátrica