Lo más terrible para el paciente son las crisis de vértigo inesperadas, en cualquier momento, con náuseas y vómitos, que duran horas y son sumamente incapacitantes.
El tratamiento médico, basado en una droga llamada betahistina (la única que ha demostrado eficacia en estudios controlados) y en dieta con poca sal, controla la enfermedad en sólo el 50% de los casos.
Los vértigos pueden ser curados a través de una técnica que consiste en la aplicación de una substancia (gentamicina) en el oído interno a través de un procedimiento microquirúrgico: GIT (Gentamicina Intratimpánica). Los síntomas auditivos de la enfermedad no son curados por este tratamiento.
Se piensa en un doble mecanismo de acción que consiste en disminuir en forma controlada la función del laberinto afectado y actuar sobre las llamadas células oscuras en el oído interno que intervienen en la producción de líquido, función que está alterada en esta enfermedad.
El tratamiento GIT no es una simple colocación de substancia en el oído interno, se requiere un equipo interdisciplinario integrado por neurólogo, cirujano de oído, audióloga, técnicas y rehabilitadores que toman juntos las decisiones necesarias, guiando al paciente a través del tratamiento que puede consistir en una sola aplicación o varias, según el caso. El procedimiento es ambulatorio y se realiza en el consultorio externo.
Nuestro grupo ha tratado a más de 80 pacientes a lo largo de 10 años con una tasa de curación superior al 90%, basamos nuestro éxito en una cuidadosa selección de los casos a través un protocolo que está publicado internacionalmente (www.sna.org.ar/pdf/publicacion/vol_26_2001). No todos los paciente pueden recibir este tratamiento, debiendo cada caso ser estudiado individualmente.
Dr. Sergio Carmona - Mat. 8159
La curación del vértigo en la Enfermedad de Ménière es posible
En el año 1861 Prospero Méniére describió que crisis de vértigo acompañadas de ruidos, pérdida de audición y sensación de plenitud en el oído afectado, correspondían a una enfermedad del oído interno. Aunque han pasado casi 150 años, todavía se desconoce la causa de esta enfermedad