Gianni Rodari definió a su libro “La gramática de la fantasía” como “formas de inventar historias” de modo de lograr una síntesis entre la estructura de nuestro lenguaje y la imaginación de los chicos. Por esta razón, el trabajo de Rodari está dirigido a quien cree en la necesidad de que la imaginación ocupe un lugar en la educación; a quien tiene confianza en la creatividad infantil; a quien conoce el valor de liberación que puede tener la palabra.

Para elaborar esta introducción al arte de inventar historias, el pedagogo italiano se basa en una operación lingüística que denomina el binomio fantástico. Se trata de dos palabras puestas en relación, ya que una palabra actúa únicamente cuando se encuentra con otra que la provoca, que la obliga a salir de su camino habitual y a descubrir la capacidad de crear nuevos significados. La conexión entre estos dos términos debe realizarse de una manera en particular. No es lo mismo utilizar cualquier palabra. Es necesario que haya una cierta distancia entre ambas, que una sea lo suficientemente diferente de la otra, y que su aproximación resulte prudentemente insólita. De esta manera, la imaginación se ve obligada a ponerse en marcha y a establecer un parentesco.