Un estudio llevado a cabo con niños de tres años ha demostrado que ver la televisión antes de los dos años no mejora ni el lenguaje ni las aptitudes visuales y motoras de los pequeños. Ni siquiera si los niños ven programas para su edad, de los supuestamente “educativos”.

Las características maternas, del niño y del hogar influyen más en la inteligencia que la televisión. Al relacionar los resultados de diversos tests de inteligencia y de capacidades motoras y visuales realizados a los niños, con los datos aportados por las madres sobre los hábitos televisivos de los participantes, se constató que cada hora adicional de televisión vista en la infancia no tenía nada que ver con las puntuaciones obtenidas en los test.
Además de no favorecer la inteligencia, estudios anteriores han demostrado que la televisión puede tener efectos nocivos en los niños, como riesgo aumentado de obesidad, problemas de atención o reducción de la calidad del sueño.