El campeonato Apertura de 1999 será siempre recordado por el hincha de Central como el increíble certamen en el que no pudo gritar campeón pese a haber conseguido una gran cantidad de puntos que le habrían bastado para ser primeros en cualquier torneo “normal”. Es que con 43 unidades, el equipo de Bauza quedó postergado por el fantástico River de Ramón Díaz, que sumó uno más y se quedó con el título. Se sabe, la historia solo premia a los campeoes.

El cotejo que vamos a repasar en vísperas del San Lorenzo-Central de este sábado a las 18.20 es justamente el cruce que por la fecha 10 del Apertura ’99 sostuvieron canallas y cuervos en el Gigante de Arroyito. En esa oportunidad, la victoria fue para el elenco auriazul, que triunfó 3 a 1 con dos gritos de Juan Antonio Pizzi y el restante de Tuzzio en contra, descontando Franco para el visitante.

Todo pasó en el primer tiempo: los goles y la definición del partido a favor de Central, que le sacó al Cuervo la exclusividad de la punta e hilvanó su tercera victoria al hilo. El equipo del Patón borró a San Lorenzo de la cancha, y ya a los 9 minutos se puso en ventaja: apareció Pizzi como un fantasma, casi debajo del arco, para clavar el primero en una acción donde participaron Cappelletti, Ezequiel González, Cuberas y Maceratesi. Y a los 20, metió un cabezazo inatajable -casi con la potencia de un remate hecho con el pie- para el segundo de la tarde.

San Lorenzo reaccionó seis minutos después gracias a un arresto individual de Guillermo Franco (hoy nacionalizado mexicano), que anotó el descuento luego de varios rebotes y una salida en falso de Buljubasich. Pero el intratable Pizzi, junto al defensor Eduardo Tuzzio que lo “ayudó”, estaba donde debía para estampar el tercero a los 38 de esa etapa inicial. El 3 a 1 lucía demasiado cuesta arriba para el golpeado elenco del Cabezón Ruggeri.

El segundo tiempo no fue como el primero. Tuvo menos fútbol, menos juego, más pelea y más amonestados (en total, el árbitro Horacio Elizondo sacó diez amarillas). Central siguió siendo el más aplomado, a pesar de no tener el pie apretado en el acelerador como al principio. Y San Lorenzo buscó pero sin orden. Pese al intento desesperado, todo fue en vano: ya era demasiado tarde para lágrimas. En Arroyito, aquel domingo 10 de octubre de 1999, la alegría fue solo de los dueños de casa.